Bastaron doce horas desde el anuncio de Endesa del adelanto del cierre de la central térmica de As Pontes (A Coruña), epicentro económico de la zona, para que la tensión latente se tradujera en el establecimiento de barricadas con neumáticos ardiendo a la entrada de la localidad.
A treinta minutos de Ferrol por autovía, el pulmón económico del interior de esta comarca coruñesa teme por su futuro después de que la eléctrica comunicara este viernes a la Comisión Nacional del Mercado de Valores que dejaba de operar todas en sus centrales de carbón en la península, lo que afecta además de a la planta gallega a la de Litoral (Almería), entre otras.
Neumáticos ardiendo cortaban los accesos por dos carreteras al pueblo pasadas las 02:00 horas de la madrugada de este sábado, síntoma de una incertidumbre que parece conducir irremediablemente a un recrudecimiento de las protestas en este municipio de 10.000 habitantes donde la paralización hace meses de la producción de la planta eléctrica ya había activado protestas de los transportistas.
Al igual que en el caso de Litoral, que también emplea carbón de importación, Endesa efectuó en su planta de As Pontes inversiones de 200 millones de euros para cumplir las normativas ambientales europeas y así poder operar como máximo hasta 2030.
La instalación coruñesa consume carbón externo ya que en 2007 dejó de operar la que en su día fue la mina a cielo abierto de mayor superficie de la península, que ahora ocupa un lago tras ser anegada.
Pero ahora los elevados precios de los derechos de emisiones de CO2 han cuestionado la rentabilidad futura de las centrales eléctricas, que están en pérdidas.
Aunque aferrado desde hace muchas décadas a la planta energética sostén económico de la zona, el ayuntamiento apostó desde hace más de veinte años por una paulatina diversificación económica del municipio, que vivía pegado a la central y la mina de carbón.
El asentamiento de nuevas empresas de sectores complementarios hizo florecer sus polígonos y enriquecer la labor de un comercio y hostelería pujantes, pero la paralización de la central ha instalado un clima de malestar.
En primer lugar, entre los transportistas que conducen el carbón del que se alimenta Endesa desde el puerto exterior de Ferrol, que tuvieron que invertir para adaptar los vehículos y mantienen encierros desde comienzos de mes en los consistorios de As Pontes, Ferrol y Vilalba, ejes de un área de más de 300.000 personas en vilo.
El colectivo ha contado con el apoyo de una de las ediles del gobierno local, Ana Pena, para "mejorar los ánimos", ha relatado a Efe el portavoz, Manuel Bouza.
El escenario político no es ajeno al devenir del caso porque As Pontes congrega varias peculiaridades.
A su alcalde, Valentín González Formoso, del PSOE y que cuenta con una de las mayorías absolutas más sólidas de Galicia, le toca dar la cara ante un Ejecutivo de sus mismas siglas con un problema delicado entre las manos.
La gravedad del asunto ha provocado, sin embargo, movimientos políticos de calado: el responsable del grupo local del BNG, Francisco da Silva, ha dejado a un lado las desavenencias notorias entre ambos partidos para ejercer de concejal "delegado especial" del departamento de Industria como gesto de bloque ciudadano.
El portavoz de los transportistas pide "perdón a la gente perjudicada" por la quema de ruedas pero advierte de que es el principio.
"Va a ser más difícil; se va a recrudecer", avanza, para relatar que el llamado "grupo de crisis" que se conformó hace unas semanas adelanta a este mismo domingo su próxima cita para concretar movilizaciones.
Ya habían fijado una caravana de camiones para colapsar el tráfico en la ciudad de A Coruña, pero ahora prevé que sean muchos más de 300, como esperaban, los vehículos desplazados.
En todo caso, sostiene que el futuro de la central "no está perdido, hay que luchar e ir a más".
Valora que el anuncio oficial de Endesa no habla de "cierre total" en el corto plazo, pero ante las dudas sobre el horizonte temporal más cercano contesta con un "tenemos que seguir peleando". En solo un día la neblina ha pasado a amenaza de tormenta en el otrora mayor centro eléctrico del noroeste peninsular.
Raúl Salgado