Cientos de vacas, caballos y ovejas mueren de sed e inanición debido a la sequía que asola el valle de Putaendo, en el centro de Chile, cuyas tierras se han convertido en una inmensa fosa común de animales ante la resignación de los ganaderos, que no pueden hacer otra cosa más que enterrarlos.
Las lluvias se han visto reducidas en más del 70 % en este valle de la región de Valparaíso, zona declarada por el Gobierno en estado de catástrofe por sequía y hacia donde avanza el norteño desierto de Chile dejando consecuencias que ya son patentes a simple vista.
Los cadáveres de animales han dejado de ser una novedad en las llanuras y cerros del lugar y las moscas y carroñeros son los únicos que sacan beneficios de la sequía.
Los ganaderos de la zona, como Fernando Enríquez, propietario antaño de casi 200 cabezas de ganado bovino y más de una decena de caballos, tienen fosas comunes en sus tierras para enterrar a sus animales muertos.
"No se puede hacer otra cosa", afirmó Enríquez a Efe sobre una cárcava con 15 vacas y 3 yeguas.
"No tiene vuelta, en el campo ya no queda ni agua, menos aún el pasto, que no hay nada. No se puede y estamos muy mal. No tenemos vuelta", lamentó resignado este ganadero de 82 años.
Las pocas vacas que le quedan están famélicas y mastican sarmientos secos e incluso piedras. Se les notan las caderas y las costillas, se les cae el pelo y no generan leche para alimentar a sus terneros, que apenas tienen fuerzas para ponerse de pie.
"Es el hambre, el hambre es que las mata no más. Esa cuestión que les doy yo es para que llenen algo la guatita (barriga). Son desperdicios que venden, no hay más que hacer ya", comentó desanimado.
Enríquez recordó que una buena vaca la vendía antes a casi un dólar el kilo y podía llegar sacar unos 500 dólares por un buen ejemplar, pero ahora, sus animales, que rondan los 180 kilos cuando tenían que pesar más del doble, ni siquiera los malvende.
Los cerros y quebradas eran la fuente de alimento de los pequeños productores de Putaendo, que liberaban a los animales para que volvieran bien alimentados al término del verano.
Sin embargo, ahora los liberan para que mueran a su suerte, sabedores de que no hay alimento pero conscientes de que si mueren en sus propiedades tienen que correr con los costes de la sepultura de los cuerpos.
Así lo hace otro vecino de la zona, Luis Manzano, de 59 años, que todavía cuenta con algunas de sus vacas en su finca, aunque apenas se alimentan ni beben el agua necesaria.
Manzano cuida las pocas cabezas de ganado que cree que puede salvar y a las demás, como han hecho casi todos los ganaderos de la zona, las soltó en los cerros, donde tradicionalmente pastoreaba desde el invierno hasta el verano (austral) porque el pasto era más que suficiente.
"Un año más que nos pille seco y aquí la ganadería muere toda", dijo a Efe, mirando con pena cómo el trabajo de toda una vida se le escapa entre las manos sin poder hacer nada.
La zona central y parte del norte de Chile, incluida la región metropolitana de Santiago, afronta en 2019 su mayor déficit de lluvias de los últimos 60 años, que según datos del Ministerio de Agricultura afecta a unos 34.000 animales en el total de las regiones afectadas, desde Atacama al Maule.
El fenómeno se ha agudizado en los últimos 10 años, con una disminución de las precipitaciones en aproximadamente un 38 % que el promedio histórico.
La paciencia en que las condiciones climáticas cambien se agotó ya hace tiempo, cuando el río Putaendo comenzó a parecerse más a un desierto de piedras y en las altas quebradas y riscos circundantes desapareció el pasto para dar paso a la aridez de la arena y algunos árboles de espinas que no sirven como comida para los animales.
Las cabras, que siembran los cerros de esqueletos y pieles secas, son otro ejemplo de ello.
Walter Moreno, de 43 años, reconoció a Efe que las cabras de su corral están a una noche de morir y apenas comen las sobras que consigue de las ferias de frutas y verduras locales.
Su padre, Benito Moreno, ya solo conserva 20 ejemplares en sus tierras en el medio de las quebradas, y después de haber visto situaciones similares en sus 75 años de vida confirma que la sequía actual es demoledora para el ganado.
Solo en las cercanías de su terreno, una decena de esqueletos de cabras yacen a apenas metros de lo que fue un pequeño caudal que abastecía de agua la zona.
Una realidad de abundancia que ni ganaderos ni cabreros consideran que se repetirá en el futuro y ven casi imposible que los animales vuelvan a poder ser el sustento de las familias del valle de Putaendo.
"Se llevan (los animales) allá (a los cerros), pero en el caso de este año es un poco a la suerte, la que se salva bien y la que se muera, pues vamos preparados. Puede que se mueran todas y de aquí a abril, cuando las bajemos, puede que bajemos sin nada", explica resignado don Luis.