El líder del grupo chií libanés Hizbulá, Hasan Nasralá, manifestó hoy su rechazo a una posible renuncia del Gobierno libanés asegurando que el tiempo para resolver la crisis apremia en medio de las protestas que estallaron en la noche del jueves.
“No apoyamos la dimisión del actual gobierno. Si dimite no habrá uno nuevo antes de uno o dos años y el tiempo apremia”, dijo Nasralá en un discurso televisivo.
El primer ministro libanés, Saad Hariri, dio ayer un ultimátum de 72 horas a los partidos políticos que forman parte de la coalición de Gobierno para que destraben las medidas y reformas que ha propuesto para atajar la crisis económica en medio de una oleada de protestas en el país.
Nasralá señaló que “la formación de un nuevo gabinete político nada cambiará y solo hará perder tiempo mientras que uno de tecnócratas, como algunos solicitan, no durará más de dos semanas y ellos serán los primeros en pedir su dimisión”.
“El problema no está al nivel de la composición del gobierno sino en el modo de trabajar”, agregó, instando a “adoptar un plan en que todos hagan sacrificios y no sólo el pueblo. Defenderemos todas las medidas y reformas difíciles si son honestas”, manifestó.
Desde hace dos días, el Líbano vive manifestaciones contra el Gobierno y la imposición de nuevos impuestos después de que el gabinete anunciara su intención de tasar las llamadas telefónicas a través de servicios de mensajería por internet como WhatsApp, una medida que retiró posteriormente.
“Todos los que están en el poder deben asumir, a grados diferentes, lo que sucede en la actualidad", añadió Nasralá.
“Existen dos grandes peligros, uno el desplome económico y monetario y el otro una deflagración popular sobre todo por los nuevos impuestos a la clase pobre o de ingresos limitados”, indicó.
El Gobierno trataba con su tasa recaudar 200 millones de dólares para las maltrechas arcas del país, que se encuentra en una profunda crisis económica.
El Líbano es uno de los países más endeudados del mundo, con alrededor de 86.000 millones de dólares de débito, alrededor del 150 por ciento del Productor Interior Bruto, y su deuda soberana no alcanza ni el nivel de bono basura.