Invasiones inglesas, ataques piratas, un incendio provocado por las tropas napoleónicas o un cadáver emparedado son solo una parte de la historia vivida por el castillo del Cardenal, una fortaleza del siglo XVIII que se impone en la Ría de Corcubión y que ahora está a la venta por tres millones de euros para ser convertido, probablemente, en un negocio turístico.
En el mismo entrante geográfico, justo frente a él, se halla también a la venta, por seis millones de euros, su compañero de defensa, el Castillo del Príncipe, en Ameixenda (Cee). La primera piedra de esta fortaleza fue colocada el 4 de junio de 1740 por el ingeniero militar Carlos Voysin, dos meses después del apresamiento por los ingleses del navío español La Princesa, muy cerca de Fisterra, cuenta a Efe el historiador y técnico municipal de Cee Víctor Manuel Castiñeira.
En 1755 se culminó la construcción de ambos monumentos de la mano del ingeniero francés Carlos Lemaur. Proyectados a la vez, bajo el mandato de los Borbones, fueron construidos sobre dos acantilados privilegiados de la Costa da Morte para proteger la ría de los ataques de ingleses y franceses.
Pasados 264 años, lo que ahora los une es la oferta de sus respectivas comodidades y lujos. Piscina sobre el mar, sauna, biblioteca, sala de juegos, gimnasio, bodegas, acceso a dos playas, un pequeño embarcadero y casa de servicio en 33.000 metros cuadrados sobre espléndidos acantilados, son las características que ofrece el anuncio del castillo del Príncipe en un portal de compraventa de internet.
Cambió de manos en numerosas ocasiones. Ahora ostenta su propiedad "un millonario de la Rioja" vinculado al negocio del vino que adquirió al guardián de la ría en 2006 "por una cifra en torno a los tres millones de euros", asegura Castiñeira. En 2014 pedían por él diez millones de euros y en la actualidad lo vende por seis una inmobiliaria del sur de España.
El Estado se deshizo a finales en 1894 del castillo del Príncipe -que debe su nombre al que acabaría siendo el rey Carlos IV-, junto con otros muchos bienes, debido a los problemas de liquidez derivados de guerras como la de Cuba y al cese de la actividad bélica y corsaria que imperó durante la centuria anterior en las costas gallegas.
Pasó a formar parte del patrimonio del banquero, empresario y político de Fisterra Plácido Castro Rivas, quien en 1928 lo donó a la Asociación de Periodistas de Madrid para acabar más tarde en manos del empresario Xosé Ramón Oreiro que lo reformó en los años 80. "La estructura exterior original está respetada, solo tiene un pequeño añadido, un mirador blanco en el que la pudiente familia se acomodaba a ver el mar", detalla el historiador.
Los dos castillos fueron quemados por las tropas napoleónicas en 1809 y desde entonces no volvieron a ser usados por los cuerpos militares, según detalla en una entrevista con Efe el historiador Luis Lamela.
La sabiduría popular dice de ellos que en su estrategia militar los unía una gran cadena por debajo de las aguas atlánticas, que tensaban desde ambos lados de la ría cuando se acercaba barco enemigo, para dañar su casco y que no pudiese avanzar, pero ambos historiadores niegan que esto fuese real.
"En ninguno de los dos castillos existen restos de ninguna plataforma en la que pudiese haber un artilugio allí para poder, por medios humanos, tirar de la cadena, tensarla y bajarla", señala el corcubionés Luis Lamela.
Lo atribuye a "una leyenda de andar por casa". Y no es la única que rodea al castillo del Cardenal. Todavía residentes en este pueblo recuerdan la de un fantasma que habitaba entre sus muros y se desplazaba en una cueva de los acantilados ubicada bajo el mar.
La antigua fortaleza estuvo en manos públicas hasta 1950, cuando lo compró el médico falangista Manuel López Sendón, quien ostentó cargos como jefe provincial de la Falange Española en 1939, consejero nacional del Movimiento por A Coruña en 1955 y diputado provincial en 1961.
Cuando adquirió el castillo de Corcubión, que debe su nombre a la insistencia de un cardenal en su construcción, realizó una rehabilitación que duró seis años, durante la cual se encontró un cadáver emparedado. "No hay más noticias de esto porque en esa época no era posible investigar quién podría ser el muerto ni el porqué", narra Lamela.
El que fue director del Sanatorio Antituberculoso de La Choupana de Santiago - actual Hospital Gil Casares- vendió la propiedad antes de su fallecimiento en 1985 y, tras otro cambio de titularidad, pasó a estar en manos de los ahora propietarios, la familia Couce, quienes llevan años intentando venderlo.
EL CLIENTE IDEAL
Los muros encargados de proteger la ría desde hace dos centurias albergarán probablemente "un complejo turístico hotelero", asegura a Efe Rosa Costoya, la agente inmobiliaria que busca el propietario ideal para este enclave.
Sin embargo, no descartan otras opciones, pues uno de los candidatos interesados es un hombre australiano que lo quiere como residencia privada. Incluso es posible que se convierta en la sede de despachos de alto nivel para ejecutivos de todas partes del mundo que "quieren juntarse para tener un lugar en donde dar rienda suelta a su creatividad".
"Buscamos gente que se atreva en la aventura de poder invertir en el proyecto de sostenibilidad que yo lo considero caballo ganador. Hay muy pocos lugares turísticos con el encanto y la singularidad que ofrece el castillo de Corcubión", sostiene la vendedora.
Aparte de ser un comprador con una evidente capacidad económica, tiene que respetar "que el castillo hay que mantenerlo como está", pues "su estructura no se va a modificar".
"Los propietarios han tenido un cuidado escrupuloso a la hora de manejar cualquier restauración que se acometiera en el castillo, por eso permanece con su estructura y materiales originales", afirma Costoya.
La vendedora hace gala sin dudar de "sus tres puentes levadizos, sus fosos secos, sus cuatro jardines interiores, sus 50.000 metros cuadrados de terreno perfectamente cuidado, sus 2.700 metros cuadrados edificados" en un enclave único con vistas al Monte Pindo, el conocido como Olimpo celta.
Piden tres millones de euros, "probablemente cueste más", especula la encargada de Galician Country. Argumenta que es la valoración ofrecida por la Hacienda pública española. "Nos conformamos con ese precio", aunque ha estado a la venta más caro.
BARRERAS LEGALES
Pese a las enormes expectativas de negocio, lo cierto es que ahora mismo el castillo del Cardenal, por hallarse en un suelo clasificado en el sistema general de espacios públicos, tendría que ser expropiado por el Ayuntamiento de Corcubión, explica el arquitecto municipal, Antonio Martínez.
Para que pueda seguir siendo un bien privado, la administración local está tramitando una modificación puntual del planeamiento, con la que se cambiará la clasificación del suelo que cobija la fortaleza, una gestión cuya aprobación inicial se hará previsiblemente el próximo mes.
"Expropiar esa propiedad es inviable para el Ayuntamiento de Corcubión por la superficie que tiene y por el valor de la construcción", argumenta Martínez, quien precisa que, a partir de ahí, se permitirá dar "un uso real a esa parcela".
No obstante, cualquier actuación, cambio de propiedad o negocio que se lleve a cabo en el monumento, al igual que en el castillo del Príncipe, necesita la aprobación de la Dirección General de Patrimonio de la Xunta de Galicia, ya que ambos están catalogados como Bien de Interés Cultural (BIC).
El uso hotelero al que se podría destinar la fortaleza de Corcubión es perfectamente compatible con el nivel más elevado de protección del patrimonio, siempre que tenga las respectivas autorizaciones, detalla el arquitecto.
No obstante, la protección jurídica que ostentan las fortalezas obliga a sus propietarios a abrirlos al público "un número mínimo de cuatro días al mes, por lo menos, cuatro horas diarias", según establece la Ley 5/2016 de 4 de mayo del Patrimonio Cultural de Galicia en su artículo 48.
En el caso del castillo de Ameixenda, los vecinos de la parroquia han denunciado en numerosa ocasiones que este régimen de visitas no se está cumpliendo. "Pero claro, esto no es Meirás, como no está Franco, no interesa", denuncia el historiador ceense Victor Manuel Castiñeira.
Ana González