
"Tenemos que velar por la seguridad ante posibles contagios, pero necesitamos a los ingleses para solventar nuestra economía. Está muy destruida". Quien así habla es el propietario de uno de los escasos bares abiertos en Magaluf, epicentro del turismo británico en Baleares y, sobre todo, destino predilecto de los jóvenes ingleses en las islas. Las calles prácticamente desiertas de turistas contrastan con las de los excesos de otros años. Si el inglés era, antes de la pandemia, el idioma "propio" de este núcleo de Calvià, ahora son el español y el francés los que predominan en las últimas semanas en un escenario atípico.

















