La jefa de campañas de Amnistía Internacional sobre Afganistán:

A sus espaldas, Samira Hamidi lleva años de especialización y trabajo en los derechos humanos, sobre todo los de las mujeres, y el proceso de paz en su país, Afganistán. Tras la victoria talibán, la responsable de campañas de Amnistía Internacional para Asia Meridional no puede evitar hablar en pasado al referirse a la vida de la población afgana.

Hamidi, amenazada por su labor, atiende a elDiario.es desde Colombo, Sri Lanka. La activista expresa su preocupación por quienes, como ella, defienden los derechos humanos en el país y teme que muchas personas en peligro se vean abandonadas a partir del 31 de agosto, fecha límite que Estados Unidos mantiene para salir de Afganistán.

¿Cómo está viviendo estos días tan convulsos para su país?

Lo ocurrido en la última semana ha sido una conmoción para muchos. Supongo que nadie, incluida yo misma, esperaba que un Gobierno cayera tan rápido y la toma del poder por los talibanes de esta manera. Tampoco esperábamos que todo se derrumbara así. Lógicamente, ha sido una experiencia bastante impactante e inesperada para muchos afganos.

En la última semana hemos observado muy de cerca el comportamiento de los talibanes, sus próximos pasos, sus planes. Siguen hablando de una amnistía general, dicen que la gente no debe tener miedo, que vaya a su trabajo. 

Pero han pasado muchas cosas. La gente lo ha perdido todo. La gente tenía una vida normal y corriente. Salía de casa por la mañana, volvía por la tarde. Ganaba algo de dinero para seguir viviendo, tenía acceso a cuentas bancarias, tenía algún tipo de apoyo financiero, tal vez, de sus familiares que viven en el extranjero.

Ahora, todo está cerrado. Los bancos no funcionan, nadie puede acceder a su propio dinero, los precios de los alimentos son altos. Mucha gente teme que Afganistán se quede pronto sin alimentos y otras cosas como el gas o el petróleo. Es una situación muy incierta, pese a estas declaraciones en los medios de comunicación. La realidad sobre el terreno es completamente diferente. Las ciudades y provincias más grandes están bastante vacías. La gente tiene miedo de salir de sus casas. La mayoría de las tiendas no están abiertas. La gente ni siquiera puede comprar tarjetas telefónicas, la situación de Internet está cambiando. Y si esto sigue así, es preocupante, porque Internet y los teléfonos móviles son medios importantes para estar en contacto con la gente de Afganistán.

¿En qué están concentrando sus esfuerzos ahora mismo como organización?

En tres cuestiones diferentes. La primera y la más importante es la evacuación inmediata de las personas en riesgo. Estamos en contacto con defensores de derechos humanos, mujeres activistas y líderes, periodistas y activistas jóvenes que están expuestos a un riesgo inmediato y que pueden ser perseguidos por los talibanes por su labor en derechos humanos. Estamos presionando y defendiendo la salida segura de estas personas. Pedimos a gobiernos como los de EEUU, Reino Unido, Alemania y otros países de Europa que aceleren los planes de evacuación y hagan posible la salida segura de estas personas, porque ahora mismo hay un gran número de activistas y periodistas atrapados en Kabul. Y debido a la situación de los aeropuertos, no pueden acceder a ellos. 

Nos preocupa mucho la fecha límite del 31 de agosto para que EEUU abandone el aeropuerto. La situación será muy preocupante si abandonan a muchas personas que seguirán estando en peligro y que seguirán necesitando ser evacuadas. 

En segundo lugar, pedimos un corredor humanitario y apoyo humanitario para las personas que necesitan atención, por ejemplo, los desplazados internos en Afganistán debido al conflicto. Y pedimos a las organizaciones humanitarias, sobre todo a las organizaciones de la ONU, que aceleren sus recursos y presten apoyo a estos grupos vulnerables. 

En tercer lugar, estamos presionando para que los diferentes países vecinos, así como los países europeos, abran sus fronteras y suavicen los requisitos de visado para que las personas que se sientan inseguras en Afganistán y que quieran salir del país tengan la oportunidad. Ahora mismo, por desgracia, las fronteras están cerradas, ninguna embajada expide visados y, por supuesto, no hay vuelos. Pedimos que los países vecinos, como Pakistán, permitan a los afganos salir cuando se sientan inseguros y no tengan ningún otro tipo de acceso para abandonar el país.

Las evacuaciones por parte de EEUU y otros países continúan, ¿qué opina de cómo están funcionando?

No tengo más información que la que leo en las noticias. El Gobierno estadounidense y otros gobiernos dicen que están evacuando muy rápidamente y que han sacado a decenas de personas. Pero estoy en contacto con muchos defensores de derechos humanos, especialmente mujeres activistas que están atrapadas en Kabul y ninguna embajada se ha acercado a ellas, ni las ha ayudado. No saben muy bien a dónde ir, ni cómo llegar al aeropuerto. Y no hay una salida segura para ellas. 

Ha mencionado que le preocupa mucho el plazo marcado el 31 de agosto para que las tropas de EEUU abandonen el país, que Joe Biden ha decidido mantener, mientras los talibanes insisten en que no lo ampliarán.

Es muy preocupante. Creo firmemente que para continuar con las evacuaciones, pero también para asegurarse de que la ayuda humanitaria y de otro tipo se traslada sin problemas a Afganistán para apoyar a la gente, EEUU debería haberse hecho responsable del aeropuerto al menos hasta finales de año.

EEUU anunció su retirada de Afganistán de una forma muy poco realista, poco razonable e irresponsable, y lo mismo está haciendo con las evacuaciones. Es una forma muy irresponsable de evacuar y de dar plazos, cuando no han sido capaces de ayudar a decenas de personas que están atrapadas ahora mismo en Afganistán.

¿Qué es lo que más le preocupa del futuro de la población que está lejos de los focos del aeropuerto de Kabul?

No lo sé. Los talibanes carecen de experiencia de gobierno y de gestión de un país. Cuando tomaron el poder en 1996, Afganistán era un país roto, vacío, la gente ya había huido del país. Ahora la gente está formada, tenía trabajo, había unos medios de comunicación y una sociedad civil pujantes. No sé cómo van a gobernar los talibanes. Lo que sé es que necesitamos algún tipo de garantía de que la comunidad internacional presione a los talibanes para asegurarse de que la gente vuelve a la normalidad.

No todo el mundo quiere ser evacuado, ni abandonar Afganistán. Quieren volver a la vida normal: volver a sus puestos de trabajo, a tener acceso a alimentos y a su propio dinero, a disfrutar de los derechos fundamentales que cualquier ser humano merece. Y a estas alturas no hay una comunicación clara por parte de los talibanes sobre cómo van a gestionar y qué tipo de futuro les espera a los afganos. Sinceramente, no lo sé. Es un momento sombrío.

Los talibanes han querido mostrar al mundo que su régimen es tolerante, han prometido respetar los derechos de las mujeres... ¿Se cree estas promesas?

No. Tienen que ponerlas en práctica. Tienen que devolver a las mujeres la vida que tenían, permitirles que vayan a sus trabajos, no decirles lo que tienen que llevar y lo que no. No pueden decidir por ellas. Las mujeres son el 50% de la población. No me fío de ellos, tienen que demostrar que han cambiado y qué es lo que significa lo que dicen sobre los derechos de las mujeres y las niñas. Y deben ponerlo en práctica. Ahí es donde se construye la confianza.

¿Cuál es la situación actual de las organizaciones y personas que defienden los derechos humanos en Afganistán?

La situación es muy tensa. Desde hace una semana, los talibanes han empezado a hacer registros en sus casas. Han buscado a algunos defensores de los derechos humanos, a mujeres activistas y a periodistas. Han atacado a algunos familiares de periodistas. Esto ha creado mucha tensión.

Los defensores de los derechos humanos están muy preocupados por su propia seguridad y la de sus familias, por su destino. Se han escondido. Han desactivado sus cuentas en las redes sociales. No hablan con nadie. Y esto se debe, obviamente, a la falta de confianza en los talibanes por lo que han hecho en el pasado, por los asesinatos y amenazas contra la comunidad de derechos humanos en los últimos años. Nadie se fía de ellos. Los defensores de los derechos humanos necesitan urgentemente ser evacuados.

Usted también ha recibido amenazas. ¿Qué pasó?

Soy activista desde hace más de 15 años, y he trabajado en derechos humanos y particularmente en temas de mujeres. He recibido amenazas constantes. El año pasado, por ejemplo, recibí una carta de amenaza de muerte en la que me decían que trabajaba para una organización internacional, que estaba promoviendo cosas que iban en contra de los valores culturales y de la religión y que tenía que dejar de hacer lo que hacía, porque si no me iban a matar. El exdirector de seguridad nacional también me informó de que, desgraciadamente, estoy en listas negras, y de que hay posibilidades de que me asesinen, así que tengo que tener cuidado. En ambas ocasiones estaba en Afganistán, no en Colombo, donde está mi oficina.

¿Qué legado deja la invasión estadounidense de 2001?

Si no hubiera ocurrido el 11-S, [los estadounidenses] nunca habrían pensado en Afganistán. Nunca se habrían preocupado por esas cosas. Empezaron a fijarse de verdad en Afganistán, en el pueblo afgano y en las mujeres afganas cuando ocurrieron los atentados del 11-S.

Los últimos 20 años de Estados Unidos y de otras fuerzas internacionales en Afganistán ayudaron a que cambiaran muchas cosas. Teníamos leyes y una Constitución. Teníamos mujeres que participaban en el Gobierno, en el Parlamento y el Senado –teníamos un buen porcentaje de mujeres en ambos, el 27%, más alto que muchos otros parlamentos del mundo–. Estos 20 años dieron mucho espacio para el activismo, el trabajo en derechos humanos, la libertad de expresión, los medios de comunicación. Muchas mujeres y niñas tuvieron la oportunidad de estudiar y sacarse títulos superiores, no solo en Kabul, sino en todo Afganistán.

No todo fue perfecto, ni todo mejoró. Pero la gente tenía un modo de vida y disfrutaba de sus derechos humanos básicos. Y había sistemas establecidos, a pesar de que los antiguos gobiernos tenían sus propios problemas y nadie puede ignorarlos.

Pero la invasión estadounidense se produjo porque les favorecía. No hacían nada por los afganos, vinieron porque se vieron perjudicados. No deseo que esto se repita. No deseo que nadie sufra la guerra y el derramamiento de sangre que han sufrido los afganos. Pero si algo vuelve a ir mal en EEUU, se olvidarán de cómo han abandonado a la gente ahora y vendrán de nuevo. Y solo pensarán en sus propios beneficios, como ahora. El presidente de Estados Unidos fue muy claro al decir que vinieron a acabar con Al Qaeda y que se van porque ya lo han hecho.

¿Cuánto han progresado –o no– las mujeres afganas entonces en estos años?

Había mujeres comprometidas políticamente y que formaban parte de las negociaciones de paz; mujeres muy activas en la sociedad civil y en los movimientos de mujeres que han presionado mucho por sus derechos. Había mujeres en los medios de comunicación, mujeres de negocios; leyes y políticas para abordar la igualdad y hacer frente a la discriminación. La Constitución garantizaba la igualdad entre hombres y mujeres.

El Gobierno afgano había firmado o ratificado ciertas leyes internacionales de derechos humanos, incluido el Comité de Naciones Unidas sobre la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), y teníamos un plan de acción para aplicar la resolución 1325, relativa a las mujeres, la paz y la seguridad.

Las mujeres han cambiado. Había mujeres y niñas que salían al extranjero a graduarse, a hacer un máster o un doctorado y que regresaban y ocupaban puestos de trabajo. A nivel internacional, tenemos mujeres que representan a Afganistán en diferentes embajadas y misiones. Hay mujeres que han representado a Afganistán en la ONU en Ginebra, por ejemplo. Esa participación, esa inclusión y esa labor de las mujeres estaban ahí, formaban parte de los cambios legislativos. Teníamos un buen número de juezas, abogadas, médicas, enfermeras, maestras. No teníamos nada de esto en 2001, cuando el régimen talibán se derrumbó. Y lo teníamos hasta la semana pasada. Son progresos que se lograron gracias a la defensa, el empuje y los esfuerzos de las mujeres, y el apoyo de la comunidad internacional estuvo presente.

¿Qué mujeres son las más vulnerables ahora?

Primero, las mujeres que están en las provincias, que no tienen acceso a diferentes recursos y que están completamente desconectadas. Y segundo, las mujeres normales y corrientes, las amas de casa, por ejemplo. Son la mitad de la población, y su protección, su libertad y su acceso a los derechos fundamentales es extremadamente importante.

¿Cuál es la mejor manera de apoyar a la población afgana, en especial a las mujeres?

Tenemos que presionar para que se garantice que el pueblo afgano no será abandonado, que seguirá recibiendo apoyo y se mantengan sus logros, especialmente los de las mujeres, y para que la comunidad internacional no acepte las condiciones que los talibanes ponen a los derechos de las mujeres y las niñas.