Cristina Kirchner confirma que no será candidata y el peronismo se abre a un baile de nombres

Cristina Fernández de Kirchner ratificó el martes por la noche que no será candidata a presidenta o senadora en las elecciones generales de este año, previstas para octubre. La decisión de la vicepresidenta argentina, líder indiscutida para un cuarto de la población, despeja las dudas que habían renacido dado el denominado "operativo clamor" organizado por muchos dirigentes peronistas, entre ellos, varios de su entorno más próximo.

La decisión de Cristina Kirchner se suma a la del presidente peronista de centroizquierda, Alberto Fernández, y a la del exmandatario conservador Mauricio Macri, quienes semanas atrás también anunciaron que no participarán de la contienda electoral de este año.

Con el paso al costado de tres de las principales figuras de la política argentina en los últimos veinte años, todas ellas divisivas con alta imagen negativa, se abre una disputa por el liderazgo en ambas coaliciones, la peronista y la de derecha, de resultado abierto.

Kirchner publicó una carta titulada "A los compañeros y compañeras" en su sitio digital personal en el mismo momento en que la dirigencia del Partido Justicialista (peronista) culminaba un congreso para definir las alianzas de cara a las elecciones primarias del 13 de agosto y las presidenciales del 22 de octubre. La desazón de sus partidarios congregados en un microestadio en un barrio de Buenos Aires fue palpable.

La líder peronista reiteró que no participará de disputa electoral para no ser "mascota del poder por ninguna candidatura" y reiteró que "la proscripción" no es a una persona, sino "del peronismo". Esos conceptos habían sido hechos públicos por la vicepresidenta el 6 de diciembre pasado, cuando recibió la primera condena en su contra, a 6 años de prisión, por presunta corrupción en el otorgamiento de contratos de obra pública en la provincia de Santa Cruz (extremo sur) a un empresario con el que los Kirchner tuvieron un vínculo comercial durante décadas.

Los diferentes pasos del juicio contaron con la participación de jueces y fiscales vinculados a Macri y al Grupo Clarín, al punto de que surgieron fotos de algunos de ellos en la quinta de fin de semana del exmandatario de derecha y constancias de viajes de placer organizados por el principal grupo mediático argentino.

La presunta injerencia de los enemigos de la líder de centroizquierda en los juicios en su contra la llevaron a denunciar una persecución. La sentencia de diciembre incluye la inhabilitación absoluta para ejercer cargos públicos pero, sin embargo, no prohíbe su participación en las futuras elecciones presidenciales, porque debería ser confirmada por al menos dos instancias superiores, incluida la Corte Suprema, lo que podría demorar años.

Para Kirchner, si se presentara, la Corte —con vínculos indisimulados de cercanía con la alianza opositora Juntos por el Cambio (JxC)— aceleraría los tiempos, extremo que juristas no conservadores consideran altamente improbable. La primera instancia de apelación, Casación, también contará con jueces que visitaron a Macri en la quinta presidencial de Olivos o en la Casa Rosada por motivos que ellos definieron como sociales o deportivos.

"Ya lo dije el 6 de diciembre del 2022. No voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura. He dado muestras, como nadie, de privilegiar el proyecto colectivo sobre la ubicación personal", señaló la expresidenta (2007-2015). Agregó que "durante el año 2022 se vio como la violencia verbal y simbólica que, desde hace años venía siendo implantada en la sociedad por los medios de comunicación hegemónicos, se materializó en la calle a través del accionar de grupos violentos que agredían, insultaban y amenazaban de muerte con bolsones mortuorios, guillotinas, antorchas, piedras y escraches". "La culminación de este accionar tuvo lugar aquel 1 de septiembre de 2022, frente a mi casa particular cuando, acompañada por Dios y la Virgen y rodeada de compañeros y compañeras, atentaron contra mi vida", sumó Cristina.

La investigación sobre el intento de magnicidio también es objeto de controversia. Pese a que surgieron indicios de que los autores, personajes de ultraderecha de apariencia marginal, podrían haber tenido financiamiento y/o alguna vinculación con un diputado de JxC y la familia de un exministro de Hacienda de Macri, el juzgado federal se empeña en circunscribir la investigación a los presuntos responsables primarios.

Más allá de la reiteración de los argumentos de Cristina, su paso al costado deja políticamente huérfano a su círculo más próximo que encabeza su hijo Máximo Kirchner, líder de la agrupación La Cámpora y principal azote del presidente Alberto Fernández, de quien sugieren que traicionó la confianza de la vicepresidenta.

Ese sector venía llevando a cabo manifestaciones para lograr un tercer mandato de Cristina, algo que la dirigente ha dado muestras, desde hace años, que no es de su interés.

Las encuestas dicen que la vicepresidenta tiene un índice de rechazo superior a 60% de la población, pero mantiene una adhesión incólume de entre 25% y 30%, porcentajes que se han mantenido bastante estables en la última década.

El problema del peronismo es que carece de un líder que genere una adhesión mínimamente similar a la de la abogada que ahora parece comenzar a despedirse de cargos públicos, al cabo de cuatro décadas en las que fue diputada provincial, convencional constituyente, diputada nacional, senadora, presidente y vicepresidenta. La coalición gobernante no tiene un reemplazo de la densidad política de la vicepresidenta ni por asomo.

Eduardo de Pedro, ministro del Interior e integrante de La Cámpora, quiere ser candidato presidencial. Hijo de desaparecidos, su principal activo es su vínculo personal con Cristina, que no sería igualmente cálido con Máximo. Afable en el trato aunque desconfiado por buena parte del peronismo por sus vaivenes en relación al gobierno del que es ministro, uno de los desafíos que debería enfrentar en el breve tiempo que resta para anotar candidaturas —el 24 de junio— es el relativamente bajo umbral de conocimiento en la opinión pública.

Una alternativa que habría sido impensada poco tiempo atrás es la del ministro de Economía, Sergio Massa. Su eclecticismo ideológico y su cercanía con la política estadounidense lo ubicaron durante años en las antípodas del cristinismo. Razones pragmáticas podrían anotarlo en la grilla de candidatos, aunque el 8,4% de inflación mensual en abril, uno de los índices más altos del mundo, complica sus indudables aspiraciones presidenciales.

Fuera del mundo estrictamente cristinista, se encuentra el jefe de Gabinete, Agustín Rossi. Peronista progresista de la ciudad de Rosario, el funcionario no tendría los problemas de desconfianza del resto del peronismo como De Pedro o de un pasado ideológico ambiguo como Massa, pero contaría con el veto de la vicepresidenta. En el último año, Rossi fue uno de los principales aliados del presidente Fernández, cuyo círculo de leales es exiguo. También debería aumentar el caudal de conocimiento.

Un sobreviviente de las tormentas peronistas que siempre está entre los presidenciables es el embajador en Brasil, Daniel Scioli. Este motonauta en su juventud ingresó a la política de la mano del peronista de derecha Carlos Menem. Néstor Kirchner lo eligió como candidato a vicepresidente en 2003 por razones meramente pragmáticas. Algún atisbo de rebeldía en los primeros meses de ese gobierno disparó un duro escarmiento de los Kirchner. Lección aprendida, nunca más se peleó ni con Néstor ni con Cristina. Fue gobernador de la provincia de Buenos Aires , candidato presidencial en 2015 (perdió la segunda vuelta por apenas dos puntos contra Macri) y hoy es uno de los pocos peronistas que se puede sacar una foto con la vicepresidenta y el presidente.

Hay más postulantes en ciernes; todo puede pasar. El sistema político nunca deja de estar preparado para una sorpresa de Cristina, que demostró en el pasado su capacidad de maniobrar en la cornisa y provocar el desconcierto de propios y ajenos. Todavía queda algún feligrés que cree que podrá convencerla de ser candidata, pese a que ya dijo en todos los idiomas que, a sus setenta años, no es su plan. Una razón central que la vicepresidenta explicitó algunas veces es que debe ocuparse de la salud de su hija, Florencia, quien padece diversos cuadros severos desde que los tribunales la involucraron en causas judiciales en su calidad de heredera de Néstor Kirchner.

La hipótesis de una derrota catastrófica del peronismo está sobre la mesa, al cabo de un período en que Fernández debió lidiar con la monumental deuda externa legada por Macri, la pandemia, la guerra, la mayor sequía en un siglo y el bombardeo cotidiano de La Cámpora.

Las encuestas marcan un crecimiento inorgánico, probablemente espasmódico, del ultraderechista Javier Milei, que llega a poner en duda lo que parecía el escenario más probable, una victoria de la coalición conservadora JxC. Las dificultades de esa alianza de derecha para tramitar la acechanza ultra dejan a ese pronóstico en observación.

Pero hay un escenario en el que el peronismo podría ganar. La inflación y la división en la alianza gobernante juegan un papel, pero los datos de consumo y producción industrial siguen creciendo, después de un bienio en el que el PIB saltó 16%, tras el derrumbe de la pandemia.

Podría darse el caso de que las derechas queden equilibradas, se erosionen mutuamente, y el peronismo de centroizquierda supere el 40% de los votos, de manera que evitaría la segunda vuelta.

Sería otro milagro peronista.