A Silvio Berlusconi (1936–2023) su médico durante muchos años le calificó de “técnicamente inmortal”, pero ha acabado falleciendo este lunes en un hospital de Milán, ciudad que le vio nacer hace 86 años y construir su imperio, y un personaje esperpéntico que cambió la política italiana de las últimas tres décadas.
Superó un cáncer de próstata en 1997; en 2006 viajó a EE.UU. para que le implantaran un marcapasos, pero diez años después tuvo que someterse a una operación para reemplazar la válvula aórtica de su corazón, en el hospital de San Raffaele donde ha muerto.
Siempre quiso permanecer y aparentar joven, y alardeaba de ello: “No he podido envejecer porque siempre he trabajado!”, dijo en 2018 en un encuentro con ancianos durante la campaña electoral para las elecciones regionales. Y de hecho, hasta el último día, se mantuvo al frente del partido que fundó en 1994, Forza Italia (FI), y reivindicó su liderazgo en una entrevista: “La línea política y las decisiones operacionales de FI son exclusivamente mi responsabilidad”. Hizo estas declaraciones poco antes de ser ingresado en San Raffaele, a finales de marzo, donde permaneció varios días debido a una afección que le llevó de nuevo al hospital, esta vez de urgencia, la mañana del 5 de abril. En marzo, su abogado negó que el ingreso hospitalario fuera una maniobra para evitar comparecer ante el juez en el caso “Escort”, en el que Berlusconi estaba acusado de haber pagado a un empresario para que mintiera sobre las “acompañantes” femeninas que acudían a la residencia del exprimer ministro entre 2008 y 2009.
Aparte de haber sobrevivido a muchos achaques, operaciones y hasta a la COVID en 2020, siendo un sujeto de alto riesgo, “Il Cavaliere” pasará a la historia por haber logrado escapar de todos los procedimientos judiciales contra él, gracias a su inmunidad, a las leyes que elaboró desde el Ejecutivo y el Legislativo para protegerse, y a su enorme influencia en todos los ámbitos -el mediático, el político y el empresarial. También se le recordará como el dirigente del “bunga bunga”, un término que ha quedado grabado en el diccionario de la prensa y la política italiana, desde que estalló el escándalo por las fiestas que organizaba Berlusconi en su residencia de Milán y en su mansión de Arcore (al norte de la ciudad y escondida detrás de setos y árboles elevados), a las que invitaba a chicas jóvenes y guapas, con las que supuestamente mantenía relaciones sexuales a cambio de dinero, regalos y otros favores.
La más famosa de ella fue Ruby “rubacuori” (robacorazones), una joven marroquí sospechosa de haber estado en la cama del entonces primer ministro italiano, cuando ella aún era menor de edad. Il Cavaliere fue acusado, no sólo por la minoría de edad de Ruby, sino por haber comprado su silencio y el de otras chicas, y también de haber usado todos los resortes del poder para evitar dar explicaciones ante los tribunales. Una de las anécdotas más curiosas, pero también más dantescas de aquel caso, fue la llamada que hizo el jefe del Gobierno para que pusieran en libertad a Ruby, cuando fue detenida por la Policía, asegurando que era la sobrina del difunto presidente egipcio Hosni Mubarak, amigo personal de Berlusconi. La propia Ruby, cuyo verdadero nombre es Karima El Mahroug, había mentido respecto a su país de origen, pero la mentira de Il Cavaliere para salvarla y salvarse fue aún mayor.
En febrero de 2023, el ex primer ministro fue absuelto por un tribunal de Milán, después de más de 100 juicios en su contra y más de una década de lo que él denominaba “persecución” judicial. Su nombre quedó limpio, al menos en este caso, pero el bunga bunga siempre manchará su memoria. Al igual que lo hará su amistad con Mubarak y otros dictadores, nunca disimuladas, y con dirigentes políticos y grandes empresarios, que se dice que participaban en las orgías cuando ya gozaban de la confianza de Berlusconi o si este quería ganarse su favor. Incluso después de la invasión rusa de Ucrania, se jactó de la relación especial que tenía con el presidente Vladímir Putin, quien le habría enviado 20 botellas de vodka y una carta “muy dulce” por su 86 cumpleaños, según unas declaraciones filtradas a la prensa el pasado octubre, que pusieron en aprietos a Giorgia Meloni, con la que Berlusconi se alió para volver al Gobierno en octubre de 2022.
No renunció a estar en primera línea y a ser el protagonista, a pesar de su edad y de sus cada vez más frecuentes deslices, que siempre le habían atraído críticas y simpatías. Sus partidarios le consideraban un político sin filtros, un hombre común que se convirtió en un empresario millonario y en una de las figuras públicas más potentes del país, durante muchos años. Il Cavaliere mismo afirmaba que todos los italianos podían ser lo que él era y representaba, y ese discurso caló especialmente en su bastión en el norte de Italia, donde muchos pequeños y medianos empresarios le admiraban y le votaban - porque además solía impulsar leyes a favor de las empresas, incluidas las suyas propias. Vendía un “sueño americano”, con un toque a película de mafiosos, aunque sus conexiones con la mafia nunca fueron probadas.
Un Donald Trump bajito y moreno que, mucho antes del Trumpismo, creó una forma de hacer política en torno a su persona (o su personaje) que no se había dado antes en Italia. La expresión “ad personam” se popularizó y apareció cada vez más frecuentemente asociada a Berlusconi, para referirse a sus maniobras políticas y legislativas. Entre 1994 y 2011 llegó a ser primer ministro en cuatro ocasiones y logró ser el que más aguantó en el cargo, en su cuarto mandato (de 2008 a 2011, más de 1.200 días). Todo un récord en un país en el que los Ejecutivos no suelen agotar la legislatura y duran una media de 400 días. Junto a Giorgia Meloni y a Matteo Salvini, volvió a hacer historia, al convertirse en una de las tres caras del Gobierno de coalición ultraderechista y el primero en Italia dirigido por una mujer, con la que Berlusconi peleó para tener el peso que consideraba que se merecían él y los mosqueteros que han acompañado al Cavaliere en la batalla política y, desde el pasado abril, cuando su delicado estado de salud le alejó de los focos.
Desde entonces, se ha especulado mucho sobre quién le sustituiría al frente de su partido, en primer lugar, y de su imperio económico, dirigido ya por sus hijos mayores, Marina y Pier Silvio Berlusconi. Ambos, además de Eleonora y Barbara, han llegado pocos minutos después de su muerte al hospital, así como su hermano Paolo, que se erigió en portavoz de la familia durante su última hospitalización, cuando se temía lo peor.
Este fin de semana, Il Cavaliere había convocado a los dirigentes de FI más cercanos a él en su mansión de Arcore, quizás para decidir el futuro del partido, pero su ingreso el viernes pospuso esa cita y su muerte hoy deja un interrogante sobre quién tendrá el beneplácito para reemplazarle al frente de una formación que podría no sobrevivir a su fundador.