La ciudad de Meaux se despereza silenciosa. En el centro de la urbe, famosa por su queso brie, apenas se oye el canto de los pájaros. Una joven monta la terraza de una cafetería con vistas a la imponente catedral gótica. Un reloj instalado en el ayuntamiento hace la cuenta atrás de los días que quedan para recibir la llama olímpica en esta localidad de 55.000 habitantes, situada a unos 40 kilómetros al noreste de París.
Para Caroline, no es un tabú. No lo esconde: es votante de Agrupación Nacional (RN), el partido de extrema derecha de Marine Le Pen, desde hace mucho tiempo. Delante de su tienda de cigarrillos electrónicos, relata que ha estado hace poco de vacaciones en un pueblo del levante español donde, dice, “están abriendo ciertos lugares de culto” y los españoles “de pure souche” [de pura raza] se “sienten un poco mal”. “Todo el mundo lo sabe, somos un país totalmente perdido”, señala Caroline, que tiene los brazos tatuados y lleva un jersey con la palabra ‘karma’. La comerciante de 44 años cuenta que tiene orígenes judíos y que sus hijos son mitad españoles, mitad franceses. “No quiero dejarles este país. De hecho, quiero que recuperen su valor. Les enseñamos a no avergonzarse de ser franceses”, asegura.
En esta circunscripción, la sexta del departamento de Seine-et-Marne, la extrema derecha ganó la primera vuelta de las legislativas con el 40,8% de los votos. Béatrice Roullaud, la candidata de RN, quedó muy por delante de su rival de la coalición de izquierdas Nuevo Frente Popular, Amal Bentounsi, que cosechó el 30,2%, esto es, unas 5.000 papeletas menos. En los comicios europeos del 9 de junio, la lista de RN también arrasó en este distrito electoral con casi el 34% de los apoyos.
El declive de la derecha y el macronismoSeine-et-Marne no es Hénin-Beaumont, bastión azul marino, ejemplo clásico del voto consolidado a Le Pen en el norte del país. Esta circunscripción –situada a poco más de media hora de tren del reducto anti-RN que sigue siendo París– es reflejo de un cambio político forjado en los últimos años, con la caída libre de la derecha clásica y el retroceso del macronismo. Esta zona antes era territorio de los conservadores tradicionales. En 2017, la primera vuelta de las legislativas estuvo dominada por Los Republicanos y La República en Marcha del actual presidente, Emmanuel Macron.
El voto a RN ha ido creciendo cita electoral tras cita electoral. Un senador del partido de Le Pen, Aymerix Durox, ha definido Seine-et-Marne como una “tierra de conquista” para su partido. “Estamos abriéndonos paso sin prisa pero sin pausa”, dijo a mediados de junio en una entrevista, e indicó que calculan que podrían hacerse con entre cuatro y seis circunscripciones del departamento. Actualmente solo controlan una, la sexta, desde 2022.
Varias personas pasean por la catedral de Meaux.“Antes veíamos una concentración del voto a RN elevada en el norte y el sur de Francia. Ahora se está produciendo una generalización por todo el territorio francés entre los no eran votantes de Le Pen. Hay quienes han dado el salto y no solo lo ven como aceptable, sino que quieren darle una oportunidad”, explica Laura Morales, que hasta 2024 ha sido catedrática de Ciencia Política y Política Comparada del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po). “Desde 2017, se han erosionado todas las barreras psicológicas y democráticas que parte del electorado tenía con RN”, prosigue la experta, que ahora trabaja en el CSIC.
A nivel nacional, la retirada de más de 200 candidatos de varios partidos para intentar evitar que los de Le Pen sumen mayoría absoluta abre un nuevo escenario menos favorable para RN de cara a la segunda vuelta. En esta circunscripción que engloba a Meaux y los pueblos de alrededor, el candidato apoyado por Los Republicanos –el partido de derechas tradicional– decidió no presentarse a la segunda ronda, dejando paso a un duelo entre la diputada saliente de Agrupación Nacional y la candidata de izquierdas.
Pero el ‘frente republicano’, cada vez más debilitado, aquí también presenta fisuras. Régis Sarazin –que contaba con el respaldo del alcalde de Meaux, barón de Los Republicanos que ha criticado al líder del partido, Éric Ciotti, por su decisión de aliarse electoralmente con la extrema derecha– no ha pedido, en cambio, el voto para ninguna de las dos opciones en liza, equiparando a RN y el partido de izquierdas Francia Insumisa. “Soy antiextremista y seguiré siéndolo pase lo que pase. Como ninguna de las candidatas que se presentan a las elecciones defiende los valores republicanos que yo represento, no daré ninguna instrucción a mis votantes y les pediré que voten en la segunda vuelta según su conciencia”, dijo en un comunicado.
IndecisosEl eco de la retórica de “los extremos” resuena entre muchos vecinos entrevistados por elDiario.es que aseguran estar indecisos o que sopesan abstenerse. Lo dicen mientras resoplan o se encogen de hombros. Uno de ellos es Hervé, de 53 años y nacido en Meaux. Confiesa su pesimismo por el rumbo del país. “Cuando veo las noticias pienso que estamos perdidos. Nadie entiende por qué se disolvió la Asamblea. Nunca había visto un desastre así”, dice este empleado del Ayuntamiento, que aclara que habla a título personal. “Iré a votar, pero honestamente no sé a quién”, agrega en una calle céntrica de la localidad.
Cuando habla de su entorno, Hervé asegura que nota que los jóvenes “son más radicales” y que, más que una adhesión a las ideas, la gente está harta. “Durante 30 años nos han tomado el pelo con promesas y no recibimos nada. Te dicen que el Frente Nacional son malvados y que no les votes. Pero no sabemos qué harán los que te dicen eso si son elegidos. No son mis ideas, pero puedo entender que la gente quiera probar con RN”. Cuando habla de Macron y los trabajadores, hace el gesto de un martillo. “Yo trabajo, mi mujer trabaja, tengo dos hijos y un perro, soy un francés medio. Tenemos sueldos y no me voy a quejar, pero cada vez pago más impuestos, la electricidad es cada vez más cara. Te dicen que consumas menos gas, pero te siguen cobrando más. La gasolina es prohibitiva, no puedes hacer la compra sin ella. Calentar tu casa se está convirtiendo en un lujo”.
Jean Bernard, en su restaurante en Meaux.Dentro de un restaurante frente a la catedral, Jean Bernard prepara una parmentier de pato. “Fui cocinero durante siete u ocho meses en la Presidencia de la República, cuando estaba Pompidou”, cuenta orgulloso este hombre de 74 años en su local, donde vende productos gastronómicos típicos de la región. Aún no ha decidido su voto o, al menos, eso dice. “Al frente de izquierdas seguro que no, me sorprende que los socialistas se vayan con la extrema izquierda. Esta gente está en contra de la República, eso dicen los medios”, afirma Jean Bernard, que procede de una familia de agricultores de un pueblo cercano. Evoca la inmigración como causa del voto a RN en esta zona. “Hablan de los extranjeros, pero en Francia no estamos hechos más que de gente de todo el mundo. Vinieron, afortunadamente, a hacer fuerte el país. Españoles, polacos, portugueses, turcos, griegos. Hemos tenido de todo. Pero, con su actitud de no reaccionar ante los problemas, los políticos permiten que cristalice una extrema derecha dura. No entendemos muy bien por qué el Gobierno que elegimos no reacciona”, dice, antes de agregar: “¡Y los jueces en Francia son todos de izquierdas!”.
Poder adquisitivo e inmigraciónUna joven reparte folletos del Nuevo Frente Popular en otra calle céntrica de la ciudad. Se pasa un buen rato tratando de convencer a Jean-Cristophe, también vecino de Meaux. Al conversar con elDiario.es, se muestra evasivo, pero acaba reconociendo que la papeleta que depositó el domingo pasado fue la de la extrema derecha. “No me convence del todo, pero pueden tener razón en algunas cosas. Yo no soy racista, pero hay demasiados [inmigrantes] en todas partes. Hay muchos argelinos, muchos africanos… Pero la situación no está tan mal”, dice. ¿Ha tenido algún problema alguna vez? “Yo personalmente no, aquí hay cámaras de seguridad por todas partes. Esto es aburrido, en París hay más movimiento”, contesta. Jean-Cristophe, que tiene 55 años, trabaja a tiempo parcial con vehículos en una estación de la capital francesa. Habla de lo mucho que ha subido la luz, su principal preocupación tiene que ver con llegar a fin de mes, según relata. “No puedes pasarte. A mucha gente que trabaja no le va tan bien como a quienes no trabajan”. Afirma tener miedo al futuro, pero “RN es algo que no hemos probado”.
El poder adquisitivo es la prioridad número uno de los franceses en estos momentos. Fabrice Hamelin, profesor de Ciencias Políticas, cree que la subida del voto de extrema derecha en Seine-et-Marne puede atribuirse a los mismos factores que se evocan en otros lugares del país, como el discurso de “no lo hemos probado”, el aumento del coste de la vida, el impacto de residir en la periferia o “las respuestas insatisfactorias” a las protestas anteriores, como los Chalecos Amarillos. Según indica Morales, hay ciertos territorios fuera de París en los que el voto a RN está relacionado con un sentimiento de abandono respecto a la inversión en el territorio o los servicios.
Jean-Cristophe, en una calle céntrica de Meaux.En la puerta de su negocio, Caroline explica que lo que le lleva a votar a RN es “la inseguridad”. A la pregunta de si alguna vez la ha sufrido en carne propia, se limita a responder, buscando cierta complicidad: “Mi marido es policía”. Después suelta una retahíla de quejas, argumentos que casan bien con los discursos antimigración que la extrema derecha ha logrado inocular en el debate público: asegura que sabe por experiencia que la vivienda social siempre se la dan a los extranjeros, pide “cerrar las fronteras y dejar de dar a todo el mundo”. “Mis suegros son españoles, se fueron con Franco. Trabajaron, se adaptaron, se integraron. Pero los nuevos inmigrantes no aceptan Francia”, concluye.
“Para la inmensa mayoría de los votantes de RN, un motor importante es la inmigración y la percepción de inseguridad que asocian inmediatamente a la inmigración, aunque quizás las dos cosas estén separadas. Todo ello en un contexto de precariedad económica y de pérdida de poder adquisitivo”, explica Morales, que está especializada en dinámicas políticas alrededor de la inmigración. “Muchos tienen la percepción de que hay mucha gente de orígenes nacionales múltiples que no tiene la apariencia de franceses tradicionales. Esta narrativa sobre el ‘français de souche’ [franceses sin ascendencia extranjera] está calando en una amplia proporción de la población, por ejemplo en discursos que tienen que ver con las ayudas sociales y una supuesta discriminación antiblancos”.
En este sentido, una propuesta estrella de la extrema derecha de Le Pen es la 'prioridad nacional', que pretende favorecer a los franceses sobre los extranjeros en el reparto de empleos, vivienda y servicios sociales, una medida que –según la mayoría de los expertos– es anticonstitucional por ser explícitamente discriminatoria. Estos discursos suelen venir aderezados con “deformaciones de la realidad”, señala Morales. “Por ejemplo, se escucha mucho la sensación de que a los extranjeros les regalan el alojamiento público, que son de alquiler moderado. En realidad, los que tienen prioridad en general en todos los sistemas de distribución de vivienda pública son los niños, independientemente de quiénes sean sus padres, porque son políticas que intentan evitar la pobreza infantil”. Y añade: “La oferta de RN es cerrar el grifo de la inmigración, sin entender que esos flujos se están produciendo por razones políticas, conflictos internacionales, pobreza y otros factores que no están en manos de los Estados nacionales. Los flujos migratorios no van a parar”.
Una mujer descansa en el Jardin Bossuet, en Meaux.Hamelin desliza, además, la idea de una “competencia entre víctimas”. “Agrupación Nacional tiene un discurso que sugiere a sus electores que deben tener prioridad sobre otras categorías sociales más precarias, con más dificultades en el mercado laboral, etc. También estigmatiza el dinero público gastado en los suburbios. Esto puede tener sentido en una zona suburbana con dificultades”, explica a elDiario.es el experto del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Paris-Est Créteil (UPEC) de Fontainebleau. “El tema de la inmigración también es una simple justificación para votar una oferta política, económica o social poco clara y fluctuante”. Y aporta una clave: “El hecho de que, esta vez, estén en el bando ganador también hace que se expresen con más libertad”.
Natalie vende bolsos y zapatos al lado de la tienda de Caroline. “La situación es catastrófica, vamos a elegir entre la rabia y el cólera, entre la extrema izquierda o la extrema derecha”, dice esta antigua profesora de 54 años. Es una elección “muy complicada” para ella, pero explica que va a ir a votar y no cogerá la papeleta de RN. “Yo tengo orígenes argelinos, para mí es imposible votar a la extrema derecha. No me imagino a Francia, un país de derechos humanos, bajo la extrema derecha”. Roman, que sale cargado del supermercado, cuenta lo mucho que le sorprende que RN ganara en la circunscripción. Tiene 34 años, lleva 20 viviendo aquí. “Meaux es un gran lugar para vivir. No hay inseguridad, ni nada. No entiendo por qué este partido político ha subido tanto”.
“Hay demasiado odio”Esta circunscripción combina zonas muy urbanizadas con territorios mucho más rurales. Los contrastes también se hacen evidentes una vez fuera del casco histórico de Meaux, tras un paseo por la avenida Salvador Allende. Junto a una zona residencial de casas de tejados oscuros, se levantan bloques de viviendas sociales. Hoy hay mercado y las dos candidatas que se medirán en las urnas este domingo se han acercado a repartir panfletos y a hablar con los vecinos.
A la entrada de los puestos, regentados por personas de orígenes diversos, un hombre recrimina a la política de extrema derecha que haya venido a hacer campaña aquí. “Su campaña se basa en el miedo a los franceses. Toda la miseria que existe ha estado ahí durante décadas. Ustedes tienen chivos expiatorios. Señora, yo nací en Francia, soy francés. He evolucionado, me he dejado la piel. Y ahora dicen que la gente con doble nacionalidad... Tienen que parar. Han ido demasiado lejos. Usted es antirepublicana, señora. Hay demasiado odio en su campaña. Están dividiendo a la gente”, grita, indignado. Roullaud, con la que también intenta hablar la candidata del Nuevo Frente Popular, le responde: “No hacemos distinciones de origen ni de religión”.
La candidata de extrema derecha cruza los brazos en forma de equis y se niega a hablar con los medios allí presentes, incluido elDiario.es, que es testigo del tenso intercambio. También se lo ordena a los militantes que la acompañan para distribuir trípticos con los rostros de Le Pen y Jordan Bardella, en los que el partido ultra promete “orden” y “parar la sumersión migratoria”. Junto al carrito en el que ha traído a su perro, Roullaud se queda charlando con los vecinos, pero no entra en el mercado. Una mujer mayor que pasa cerca susurra: “Los franceses no son racistas, no es verdad. Toda esta gente que viene y nos agrede… a mí me agredieron una vez. Todos estos jóvenes no respetan nada. El Gobierno les paga”, dice la señora de 73 años, que deja caer que votará a la extrema derecha. Ella nació en Italia pero vive en Francia desde que era una niña.
La postulante de izquierdas, Amal Bentounsi, sí es bienvenida aquí. Muchos se detienen a hablar con ella, otros la abrazan. Ella trabajó en este mercado vendiendo joyería y accesorios. Ha venido, sobre todo, en busca de abstencionistas –aunque no ganó en la circunscripción, sí se impuso en la ciudad de Meaux–. Bentounsi se describe como una “candidata de esperanza, de la gente de los barrios, de la inmigración” y menciona la falta de médicos y otros servicios públicos. Una de sus banderas es la lucha contra la violencia policial: un agente mató a su hermano Amine de un tiro por la espalda en 2012.
Amal Bentounsi, candidata del Nuevo Frente Popular en esta circunscripción de Seine-et-Marne.“El Gobierno actual ha jugado el juego de RN y hoy está gritando ‘que viene el lobo’. Ciertos medios siempre señalan con el dedo a las mismas personas. Esto es un país multicultural y formamos parte de Francia. Es imposible que se deshagan de nosotros. Es un insulto a nuestros padres que vinieron a Francia a reconstruirla”, sostiene la candidata a elDiario.es. “Sin extranjeros, ¿quién va a cuidar a los ancianos? ¿Quién va a hacer los trabajos esporádicos mal pagados? Habría caos en Francia. Deberían dejar de mentir a la gente y parar de culpar a la inmigración de todos los males de la sociedad. La gente en Francia necesita tener poder adquisitivo”.
Arsenio Cuenca, investigador sobre extrema derecha en la Escuela Práctica de Altos Estudios en París, explica que lo que más cala en la sociedad francesa “es el sentimiento que RN transmite de que sus votantes están siendo olvidados de manera injusta por el Estado francés”. “También hay clases populares de extrema derecha que votan siguiendo una lógica contestataria contra las clases dominantes y los urbanitas, proviniendo ellos fundamentalmente del medio rural o periurbano”, añade Cuenca, quien apunta también a un espacio mediático “favorable” a los discursos de extrema derecha así como a la “legitimación” de Marine Le Pen por partes de ciertas fuerzas que dicen que ahora forman “parte del arco republicano”.
Varias personas pasean por una de las calles principales del centro de Meaux.Elección tras elección, Marine Le Pen recoge los frutos de su estrategia de ‘normalización’ con la que ha intentado lavar la imagen del partido, lastrado por el legado xenófobo, racista, homófobo y antisemita de su padre, Jean-Marie Le Pen. El telón de fondo es el desgaste electoral del macronismo y un bipartidismo de capa caída. “El partido lleva progresando desde los 90, poco a poco”, recuerda Daniel Rueda, investigador especializado en extrema derecha. “No solo tiene que ver con la estrategia de RN. Hay dos viejos partidos muy desgastados y un presidente impopular, que prometía regeneración política y no lo ha conseguido”.
Pascal es técnico de telefonía en paro. “Ya no me quieren”, dice a sus 61 años, en una de las calles principales de la ciudad. Con cierta timidez, reconoce estar “hasta las narices” de la política. Critica al Gobierno de Macron, su uso recurrente de un artículo de la Constitución que le dio la potestad de aprobar el polémico proyecto de ley de reforma de las pensiones sin voto parlamentario. Este vecino de Meaux cree que si gana la extrema derecha, “aplastará todavía más Francia”, por lo que se está pensando votar a la coalición de izquierdas. También explica que uno de sus hijos vota al partido ultra. “Montó un negocio y se dio cuenta de que cuesta mucho, por los impuestos”. A su juicio, algunas personas “no quieren inmigrantes en Francia, pero sí quieren trabajadores en Francia”. “Los basureros, los barrenderos… La gente está ciega, no ve las cosas. Y los patrones sí las ven”.
Fouzia, vecina de un pueblo cercano a Meaux.Sentada en una terraza llena de plantas, Fouzia cuenta que vive en un pueblo cercano que “lleva más de 30 años votando al Frente Nacional”. “Y digo Frente Nacional, no su nuevo nombre, porque sigue siendo el Frente Nacional”, dice esta secretaria de 66 años. Ella llegó de Túnez en la década de los 60, siendo una cría. “Y siempre nos lo recuerdan”, remarca. “La gente que vive con lo mínimo piensa que va a perderlo todo, pero al votar al Frente Nacional sí que lo van a perder todo. Solo se han centrado en la inmigración, pero no nos hablan de qué van a hacer para aumentar los salarios o crear empleo. Si no es blanco, no les interesa. Francia para los franceses”.
Fouzia tiene claro que votará a la izquierda, e ironiza: “¿A quién quiere que vote, a Macron? Es lo único que queda”. No tiene miedo a una victoria de RN. Cree que no le impedirá seguir con su vida, por mucho que sus amigos de la petanca le pregunten “si ya ha hecho las maletas”, como si eso tuviera gracia. “Eso es Francia, ¡y después dicen que no son racistas!”.