El asesinato del líder político de Hamás, Ismail Haniyeh, y de otros dirigentes islamistas en la región parece obedecer a la lógica de expandir el conflicto desde Palestina a otros lugares, con el objeto de involucrar a Estados Unidos en un choque frontal con Irán
El líder de Hamás, Ismail Haniyeh, asesinado en un ataque en Irán
El asesinato de Ismail Haniyeh en Teherán viene a evidenciar lo que era un secreto a voces: la prioridad del Gobierno israelí es incendiar Oriente Medio y arrastrar a Estados Unidos a una guerra contra Irán.
En esta lógica del ‘cuanto peor, mejor’, nos hemos acostumbrado a que el Ejército israelí bombardee un día Damasco, otro Beirut y al siguiente Teherán, como si fuera lo normal. El 4 de diciembre del pasado año, Ronen Bar, jefe del servicio de Inteligencia israelí Shin Bet, advirtió de que su agencia “mataría a los líderes de Hamas en cualquier lugar, ya fuera en Gaza, Cisjordania, Líbano, Turquía o Qatar”. Es lo que viene haciendo en los últimos meses con el asesinato de Saleh al Arouri, número dos de Hamás, en Beirut el 2 de enero de 2024; el intento de asesinato de otro líder de Hamás, Mohamed Deif, en Gaza el 13 de julio y, ahora, la aniquilación de Haniyeh en Teherán.
Por el camino hemos normalizado por completo que Israel bombardee el consulado iraní en Damasco para matar a altos responsables de la Guardia Revolucionaria de Irán o el barrio de Dahiyeh, en la periferia sur de Beirut, para acabar con el número dos del grupo chií Hizbulá, Fuad Shukr.
Ismail Haniyeh era el máximo dirigente del Movimiento de la Resistencia Islámica, más conocido por su acrónimo Hamas. En su larga trayectoria política había desempeñado prácticamente todos los cargos dentro de la organización, desde responsable del movimiento en Gaza en 1997 a jefe de la Oficina Política de Hamás desde 2017, pasando por el puesto de primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina entre 2006 y 2007. Su activismo político le llevó a ser detenido en numerosas ocasiones y a sufrir varios intentos de asesinato, lo que le obligó a fijar su residencia en Doha, la capital de Qatar.
Tras el ataque del 7 de octubre, fue acusado por el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional de crímenes de guerra y contra la humanidad, junto al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, y su ministro de Defensa, Yoav Gallant. En los últimos meses, había desempeñado un relevante papel en las negociaciones para el alto el fuego y el intercambio de prisioneros, que chocaron con la intransigencia del Gobierno radical israelí, más interesado en la destrucción de Gaza que en un acuerdo con Hamás.
Respaldo incondicional de EEUUNo hay que pasar por alto que la eliminación de Haniyeh tiene lugar pocos días después del viaje triunfal de Netanyahu a Estados Unidos, donde recibió un respaldo incondicional tanto del actual presidente demócrata, Joe Biden, como del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump. En su intervención ante el Congreso fue aclamado por la mayoría de los congresistas y senadores estadounidenses, a pesar de los casi 40.000 muertos y 91.000 heridos que, hasta el momento, ha provocado la brutal campaña militar israelí contra la Franja de Gaza.
Es más que probable que este masivo respaldo haya sido interpretado por el dirigente israelí como un cheque en blanco para culminar la destrucción del territorio palestino hasta convertirlo en completamente inhabitable. El momento y el lugar elegidos no puede ser más simbólicos, ya que Israel ha asesinado a Haniyeh cuando asistía a la toma de posesión del nuevo presidente iraní, Masud Pezeshkian, en pleno corazón de Teherán. La integridad del líder palestino había sido encomendada a la Guardia Revolucionaria, lo que evidencia importantes fallas de seguridad por parte de unos de los cuerpos de élite del régimen iraní, así como pone de manifiesto la efectividad de los servicios de Inteligencia israelíes.
La opción de golpear en Teherán era, entre las barajadas, la menos sencilla, ya que la estancia de Haniyeh en la capital iraní apenas iba a prolongarse unas pocas horas. En la elección de Teherán debe haber pesado el intento de no indisponerse con las autoridades qataríes y turcas, ya que el dirigente palestino reside habitualmente en Doha y Estambul entre fuertes medidas de seguridad.
El asesinato de Haniyeh y otros dirigentes islamistas en la región parece obedecer a la lógica de expandir el conflicto al conjunto de Oriente Medio con el objeto de involucrar a Estados Unidos en un choque frontal con Irán. En las últimas dos décadas, Israel ha conseguido desembarazarse de sus principales rivales en la región. Iraq y Siria, que en su día representaron una amenaza para Tel Aviv, se han convertido en Estados fallidos tras la caída de Saddam Hussein en 2003 y el estallido de la guerra civil siria en 2011.
En la actualidad, el denominado 'Eje de la Resistencia' representa el principal escollo para la imposición del Eretz Israel, un Gran Israel que se extienda entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. De ahí la imperiosa necesidad de derribar al régimen iraní y golpear a sus aliados regionales, entre los que se encuentran el Hamás palestino, el Hizbulá libanés y los hutíes yemeníes.
Netanyahu y su Gobierno son plenamente conscientes que Irán y su 'Eje de la Resistencia' no pueden ser destruidos sin la participación directa de Estados Unidos. De ahí que el primer ministro israelí haya invertido buena parte de sus energías en tratar de convencer a Donald Trump, primero, y a Joe Biden, después, de la necesidad de golpear a Irán y derrocar su régimen teocrático. Si bien es cierto que ambos han renegado del acuerdo nuclear y apostado por la estrategia de máxima presión contra Teherán, al mismo tiempo ninguno quiere involucrarse en una nueva aventura bélica de inciertos resultados tras las desastrosas intervenciones en Afganistán e Irak.
En este contexto, cobran sentido los constantes ataques israelíes contra objetivos iraníes y sus aliados regionales, que pretenden desencadenar un choque frontal que obligue a Estados Unidos a involucrarse de una manera activa. Aunque las autoridades iraníes hayan llamado a la venganza y estén obligadas a responder al asesinato de Haniyeh, lo cierto es que son plenamente conscientes de sus limitaciones y que no pueden caer en la tela de araña tejida por Israel, ya que contribuirían a cavar su propia tumba.
Por ello, lo más probable es que la reacción iraní esté milimétricamente medida y no difiera demasiado de la registrada el 13 de abril, tras el ataque contra su consulado en Damasco, cuando se contentaron con lanzar cientos de misiles y drones sobre varias bases militares israelíes que no llegaron a causar víctimas mortales.