Si hoy se niega acción frente a los crímenes israelíes, mañana el derecho internacional será más débil para todos. Con sus palabras sobre Groenlandia o Canadá, Trump ha querido dar a entender que ese mañana está ya aquí
Estados Unidos lleva años actuando con impunidad a través de injerencias en terceros países, invasiones ilegales, envío de armas a grupos locales bombardeos y operaciones militares que justifica con la excusa de proteger y garantizar la seguridad, aunque los objetivos e intereses reales que las impulsan sean otros.
Con su apoyo activo y continuado a Israel en su destrucción masiva contra Gaza ha ido incluso más allá, sosteniendo un genocidio en curso. En más de quince meses de masacres, Washington ha vetado en varias ocasiones un alto el fuego en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ha enviado miles de millones de dólares en ayuda militar al Ejército israelí y ha presionado política y diplomáticamente para sostener las acciones del Gobierno de Netanyahu. Para ello ha impulsado una campaña de desprestigio contra algunos de los organismos más esenciales del andamiaje construido en base al derecho internacional universal, como son los tribunales de La Haya.
La guerra de EEUU contra la Corte Penal InternacionalEste pasado jueves, un par de horas antes del homenaje al expresidente Jimmy Carter -quien, paradójicamente, fue uno de los impulsores de la Corte Penal Internacional (CPI)- la Cámara de Representantes de EEUU votó a favor de sancionar cualquier intento en la CPI de investigar, arrestar, detener o procesar a “personas protegidas” de Estados Unidos y sus aliados, lo que incluye a Israel. Entre las votaciones hubo 45 síes de congresistas demócratas.
Con dicha resolución, que ahora tendrá que abordarse en el Senado, se pretende penalizar y obstaculizar la orden de arresto emitida por la Corte de La Haya (CPI) contra el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, una orden calificada de “escandalosa” por el propio presidente Biden. El portavoz del Secretario de Estado estadounidense ha llegado a decir en más de una ocasión que, a ojos de EEUU, la Corte Penal Internacional es válido para los casos de Ucrania, Sudán y Darfur, pero no para el asunto israelí.
De este modo el doble rasero se ha visibilizado con más claridad, lo que está suponiendo un debilitamiento inédito del derecho internacional, en pos de un escenario que favorece a los más fuertes, a los más armados, a los que cuentan con más industria militar, con más capacidad armamentística y más disposición belicista. Lo llamativo de este proceso que nos empuja a una nueva etapa -la era de la imposición de la fuerza bruta- es que Europa no se ha opuesto ni ha intentado evitar buena parte de los pasos dados en este sentido por Washington, sino que se ha plegado a la mayoría de sus intenciones y objetivos, sin ni siquiera palabras públicas de objeción.
Las naciones europeas no han cumplido el dictamen de la Corte Internacional de Justicia del pasado mes de julio, que solicita a los Estados de la ONU suspensión de comercio e inversiones que puedan facilitar la ocupación ilegal israelí, y ni siquiera han emitido una declaración en contra del respaldo activo de EEUU a las operaciones militares de destrucción masiva que lleva a cabo Israel. Siguen adjudicando contratos a empresas de armamento israelíes y no establecen embargos oficiales.
La ley ha dado herramientas a los gobiernos occidentales para que actúen, pero estos miran hacia otro lado. La falta de contundencia europea ante el intento de desmantelar en vivo y en directo el andamiaje del derecho internacional está cambiando el mundo y pasará factura.
Imagen desde el Congreso de EEUU tras la votación esta semana en favor de sanciones a cualquier intento vinculado a la Corte de La Haya contra IsraelEl desprecio de Polonia a la orden de la Corte de La Haya es un empujón más hacia la impunidad
Tras quince meses de apoyo incondicional a los crímenes israelíes y el genocidio en Gaza -con retrocesos para la libertad de protesta incluidos- el canciller alemán Olaf Scholz ha comentado las declaraciones de Donald Trump de esta semana, en las que el presidente entrante estadounidense expresó voluntad de apropiarse de Groenlandia (territorio bajo soberanía danesa, es decir, europea). “El principio de la inviolabilidad de fronteras está vigente para todos los países, da igual si están al este o al oeste. Todos deben cumplirlo, sean un país pequeño o una potencia muy grande”, afirmó Scholz el miércoles.
¿En qué momento pensó el dirigente alemán que el desprecio de Israel, EEUU y Alemania (entre otros) a las fronteras palestinas no sentaba un precedente? ¿Por qué defiende ahora las mismas reglas para todos si ha respaldado unas normas de quita y pon para el caso israelí?
Este jueves otro país europeo, Polonia, se unió a Washington en su desdén a la Corte Penal Internacional, afirmando que no cumplirá la orden de arresto contra el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu: “No se puede concebir que los líderes políticos israelíes no puedan participar de forma segura en la conmemoración de la liberación de Auschwitz”, dijo el primer ministro polaco, Donald Tusk.
No es la primera vez que una nación de la Unión Europea pone peros a la orden de detención contra Netanyahu. Recientemente el Gobierno de Francia apeló a una presunta inmunidad - que no es tal- del primer ministro Netanyahu, alegando que podría esquivar su arresto.
Con el abandono de la defensa del derecho internacional en Gaza, Europa acepta el principio de la fuerza, perjudicándose a sí misma
Si hoy se niega acción a la Corte de La Haya en la cuestión palestina, mañana el derecho internacional será más débil cuando necesitemos que se aplique en defensa de nuestros propios intereses. Hoy son los palestinos, mañana podemos ser nosotros. Con sus declaraciones sobre la posibilidad de apropiarse por la fuerza de Groenlandia, del canal de Panamá o de Canadá, Trump ha escenificado una provocación y ha querido advertir de que ese mañana está ya aquí, mostrando que cuenta con la sumisión de Europa.
En su falta de crítica a Estados Unidos ante el genocidio en Gaza, buena parte de las naciones europeas han optado por aceptar los planes de Washington y su apoyo a Israel. Con ello han consentido el principio de la fuerza y la primacía del marco del poder militar sin ser las máximas potencias en ese escenario, lo que supone suscribir que su propio continente pueda ser intervenido en el futuro.
Todo ello se produce mientras prosigue la guerra de Ucrania, iniciada con la invasión rusa, en la que los pueblos ucraniano y ruso ponen los muertos. La perpetuación de ese conflicto armado eleva el riesgo de una extensión de la violencia en la región, mientras EEUU lo contempla a miles de kilómetros, beneficiándose de ello, ya que le ha permitido posicionarse como el principal vendedor de gas licuado en Europa.
Durante más de un año la ciudadanía europea y el mundo entero han visto cómo los dirigentes y medios de comunicación occidentales evitaban nombrar el apoyo y la complicidad activa de Washington en el genocidio israelí en Gaza. En un admirable esfuerzo malabarista hemos llegado a leer o escuchar afirmaciones políticas y periodísticas que atribuían al Gobierno de Biden hartazgo o enfado con Netanyahu, mientras seguía suministrándole armamento y apoyo político contundente. Los hechos han ido por un lado y el relato, demasiado a menudo, por otro. Como en la Inglaterra presuntamente libre de George Orwell en su Rebelión en la granja, “los hechos incómodos se pueden ocultar sin necesidad de ninguna prohibición oficial”.
Ahora que Donald Trump va a asumir la presidencia, convendría reconocer que EEUU no era ayer un país y hoy otro totalmente diferente, sino que si se ha llegado hasta aquí es porque ha habido políticas -no solo del Partido Republicano- que llevan años allanando el camino del imperialismo, el belicismo y la impunidad, es decir, de la ley del más fuerte, un escenario en el que pierden los pueblos europeos. No puede haber sorpresa en la impunidad del Gobierno Trump si antes se ha aceptado la facilitación y cobertura de un genocidio por parte del Gobierno Biden.