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¿Por qué creció la derecha radical en Alemania?

¿Por qué creció la derecha radical en Alemania?

La seguridad, la inmigración, los errores de los rivales, el sentimiento de agravio de los ciudadanos del este y la precariedad ayudan a entender el fuerte ascenso de los ultras de Alternative für Deutschland

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Más de 10 millones de votantes en Alemania eligieron a la ultraderecha. El número es contundente.

No solo por la cantidad en términos absolutos sino porque se traduce en el 20% del electorado. Alternative für Deutschland (AfD) se ubica el segundo lugar y consigue 10 puntos más respecto a la elección de 2021, lo que obliga a preguntarse sobre las causas de este resultado, pero sobre todo: ¿Qué pasará con Alemania en cuatro años si el futuro gobierno de Friedrich Merz (CDU) no cumple con las expectativas?

Pequeños triunfos que se suman

Si comparamos los resultados con las últimas encuestas, el escenario no debería causar sorpresa. Las variaciones se encuentran dentro de los márgenes de error estadísticos y, más allá de la sorpresa de Die Linke, que superó hasta sus propias expectativas, sucedió lo esperable.

La coyuntura estableció las condiciones para que la ultraderecha consolide ese 20% que mantenía desde enero. Los atentados cometidos en las últimas semanas en Magdeburgo, Múnich y Berlín reforzaron un debate que siempre beneficia a los partidos de la derecha radical populista: migración y seguridad. Según los datos de la encuesta de Infratest dimap, un tercio de los votantes tomaron su decisión electoral en función de dos temas: seguridad (18%) e inmigración (15%).

A lo anterior se suma la estrategia fallida de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de forzar una votación en el Bundestag que solo consiguió poner el discurso de AfD en el centro del debate en la fase más caliente de la campaña. Así fue como el trasvase electoral desde la centroderecha hacia la ultraderecha supera el millón de votos. Se cumple la máxima: hablar de los temas que maneja la ultraderecha y usar sus marcos solo genera beneficios para esta.

En relación con el tema de la seguridad, existe otro dato revelador sobre el salto cuantitativo de la ultraderecha. El 55% considera que “AfD entendió mejor que el resto de los partidos que hay mucha gente que se siente insegura”. Este número representa otro pequeño triunfo para este partido, ya que señala un activo simbólico que no todos los partidos tienen: la empatía con el electorado.

Ahora bien, la ultraderecha también creció a costa de exvotantes liberales (FDP) y socialdemócratas (SPD). Un trasvase difícil de explicar desde lo ideológico. Sin embargo, para comprenderlo hay que revisar otras causas, tal vez más relacionadas con el incumplimiento de expectativas del gobierno anterior y a la vez la creciente frustración de décadas que se ha sedimentado en el este del país, sobre todo.

Las privaciones del este

Si Alemania continuase dividida, ayer habría tenido dos resultados muy diferentes. Al menos en lo que respecta a la ultraderecha. Mientras que en el oeste obtuvo el 18%, en el este, es decir en los territorios de la antigua RDA, logró el 32%. Se quedó con el triunfo en todos los estados federados de esa región y con el mandato directo de 45 de los 48 distritos electorales. La mayoría de ellos estaban en manos de los socialdemócratas.

Voto a partido
Voto a candidato
Papeleta que vota por un partido o lista electoral que sirve para repartir los escaños a nivel nacional. El % de voto es similar al % de escaños.
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Estos datos muestran la profunda desilusión que representó el gobierno encabezado por el todavía canciller, Olaf Scholz. Muchos sintieron que se había quebrado esa promesa de mayor justicia social que había llevado al poder al exalcalde de Hamburgo y exministro de Finanzas de la gran coalición de Angela Merkel. La inflación, los recortes y, sobre todo, la desconfianza sobre la política del gobierno en relación con Ucrania, alejaron a muchos votantes del este. Pero esto es solo un aspecto de la problemática en estas regiones. La otra gran parte tiene que ver con las “privaciones del este”. Un concepto que señala el crecimiento de la frustración y, en muchos casos, un profundo resentimiento de ciertos sectores de la población en la antigua RDA, derivado de las consecuencias de la reunificación alemana. Por un lado, por las diferencias materiales que todavía se mantienen respecto a niveles de ingresos, oportunidades de empleo, despoblación y deslocalización de empresas, entre otras. Y por otro, las diferencias simbólicas por la representación ínfima de ciudadanos del este en los puestos de toma de decisiones, en las élites políticas, académicas, judiciales y empresariales. En resumen, percepciones que se suman a lo largo del tiempo y culminan en una sensación bastante expandida en el este del país, la de ser ciudadanos de segunda.

AfD ha sabido identificar una oportunidad en ese resentimiento. Una chance para construir una narrativa identitaria que se base en una frustración y una situación objetiva desigual y, a la vez, conectarla con una agenda propia de la derecha radical: autoritaria, nativista y populista. La idea de que los “viejos partidos” se ocupan de los extranjeros o los refugiados y “abandonan” los intereses del pueblo, no la inventó AfD y tampoco es novedosa. Sin embargo, lo que consiguió este partido fue integrarla con el descontento preexistente.

Tanto es así que en esta elección AfD es definido como el partido en el que más confían los ciudadanos del este para defender los intereses de su región, según los datos de Infratest dimap. 

El mundo precario

Más allá de la situación del este en particular, hubo otro cambio relevante en las motivaciones del voto a la ultraderecha que indica una menor incidencia de la protesta como disparador del mismo. En 2017 apenas el 31% de los votantes de AfD lo hacían por convencimiento. El resto elegía a este partido por decepción con el resto. En 2025 este factor se ha revertido y la porción que optó por la ultraderecha por convencimiento ascendió al 54%.

El dato habla de la normalización progresiva de AfD y su discurso. Al igual que con otras ultraderechas en el mundo, en Alemania el margen de maniobra de la derecha radical ha crecido hasta tal punto que el 84% de sus votantes está convencido de que su partido “no es de derechas, sino de centro”.

Este pensamiento encuentra su lugar en una base electoral conformada por los sectores más vulnerables de Alemania. En primer lugar, los obreros no calificados, entre los que AfD se impuso con el 38%, aumentando en 17 puntos los votos obtenidos en ese grupo. En segundo término, los desempleados, donde obtuvo el 34%, también 17 puntos por encima de lo logrado en 2021. Ambos grupos optaban antiguamente por alguna formación de izquierdas.

Las narrativas de AfD, que mezclan la desigualdad social existente con discursos nativistas que culpan al inmigrante o a la agenda progresista de todos los males, tienen mucha popularidad en estos sectores. Asimismo circulan teorías conspirativas y hasta discursos aceleracionistas que generan un fuerte peligro de radicalización. Es decir, los voceros de la ultraderecha fomentan una “reacción cultural” contra valores democráticos fundamentales como el pluralismo o la diversidad. Pero, sobre todo, promueven una reacción contra otras expresiones y movimientos que amenazan su visión del mundo, como por ejemplo el feminismo. Este elemento en particular funciona con especial éxito entre los jóvenes varones. De hecho, mientras que el 27% de los votantes hombres de entre 18 y 24 eligió a AfD, solo el 15% de las mujeres jóvenes lo hicieron. En efecto, el 35% de esas mujeres optaron por die Linke (La Izquierda).

Un último punto a tener en cuenta son los abstencionistas. La participación ascendió al 82,5%, el número más alto desde 1987. Los cálculos de trasvase de Forschungsgruppe Wahlen indican que un cuarto de los votantes de AfD provienen de exabstencionistas. Es decir, un total de 2,3 millones de ciudadanos alemanes que en 2021 se habían quedado en casa fueron movilizados por la ultraderecha. Con distancia, el partido que más abstencionistas convocó.

Este elemento debe funcionar como señal de alarma. AfD es un partido político que pertenece a la familia política de las derechas radicales. Una fuerza que en caso de llegar al poder trabajará para erosionar progresivamente el Estado de derecho, las instituciones democráticas, sus valores y la convivencia pacífica en la sociedad. Por ese partido han optado gran parte de aquellos que están en situaciones de vulnerabilidad, que sufren la desigualdad que genera el sistema y que demuestran signos de estar perdiendo confianza en la democracia y en los partidos políticos que la defienden. Si el próximo gobierno no comprende que está obligado a abordar esas disfunciones y a ofrecer no solo respuestas sino un canal de escucha a los sectores más afectados, Alemania puede ser escenario de una situación muy seria. Y lo que pasó en Austria hace algunos meses habrá sido una premonición.

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