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Argemino Barro, periodista: "Para Trump la guerra de Ucrania es una molestia que hay que zanjar"

Argemino Barro, periodista:

El periodista y escritor, que ha cubierto el conflicto de Ucrania en la pasada década, cree que Rusia no aceptaría que Occidente armara a Kiev "hasta los dientes" ni ninguna otra posible garantía de seguridad en el marco de un acuerdo de paz

La invasión de Ucrania cumple tres años con Kiev acorralado por la sintonía entre Putin y Trump

Argemino Barro vive en Estados Unidos, donde trabaja como corresponsal desde hace muchos años, pero nutre una profunda pasión por Rusia, su historia y su política.

En 2020, publicó el libro Una historia de Rus: crónica de la guerra en el este de Ucrania y ahora acaba de publicar su segundo libro sobre el conflicto, centrado en una de las ciudades que se llevó la peor parte de la invasión de las tropas de Moscú en 2022: Mariúpol, última batalla (Siglo XXI).

Debido a su conocimiento de la política estadounidense y, en concreto, del actual presidente Donald Trump –sobre el cual escribió el libro El candidato y la furia (2017)–, Barro está en una posición privilegiada para analizar las negociaciones que ha impulsado EEUU con Rusia para poner fin al conflicto de Ucrania, sin la participación de Kiev ni de la Unión Europea. El periodista advierte de que la urgencia de Trump para acabar con la guerra puede llevar a un cierre en falso y a más problemas en el futuro para la propia Ucrania y para Europa.

¿Pueden Donald Trump y Vladímir Putin negociar el fin de la guerra en Ucrania, excluyendo a Zelenski?

Es lo más probable. Una de las condiciones que puede poner Putin para sentarse a negociar es que [Volodímir] Zelenski deje la presidencia de Ucrania, y hay indicios de que Donald Trump está de acuerdo con la idea. Los dos han hablado de celebrar elecciones en Ucrania, por ejemplo, lo que sería el mecanismo para reemplazar a Zelenski. 

Desde esta perspectiva, tiene sentido pensar que la humillación pública a Zelenski en el Despacho Oval de la Casa Blanca puede ir encaminada a debilitarlo políticamente y a justificar las presiones para que abandone el poder. Ahora mismo toda la derecha estadounidense está siguiendo la línea argumentativa de Trump: la idea de que Zelenski es un ingrato que quiere prolongar la carnicería por orgullo personal y que, por tanto, no está preparado para negociar la paz. Así que sí: el entorno actual sugiere que Zelenski puede ser excluido de las conversaciones. La pregunta es cómo se celebrarían dichas elecciones, en tiempo de guerra y con más de seis millones de exiliados, quién sucedería a Zelenski como presidente de Ucrania.

Argemino Barro durante la entrevista con elDiario.es en Madrid, el 21 de febrero de 2025. Argemino Barro durante la entrevista con elDiario.es en Madrid, el 21 de febrero de 2025.

¿Hacia dónde van las negociaciones entre EEUU y Rusia?

No soy optimista porque la situación en Ucrania es muy complicada, en el campo de batalla y a nivel político, y no creo que los rusos se contenten con las aparentes concesiones que está barajando la Administración Trump.

Por otra parte, hay una asimetría de prioridades: para Trump, la guerra de Ucrania es una molestia que hay que zanjar rápidamente para llevarse el crédito de la paz; para Putin, Ucrania lo es todo. Si Trump quiere conseguir un acuerdo de paz a matacaballo –como las negociaciones con los talibanes, que fueron la preparación de la desastrosa salida de Afganistán que llevó a cabo Joe Biden en 2021–, si adopta esa actitud de rapidez, eso sólo puede ocurrir con concesiones a Rusia y esa paz puede ser pan para hoy y hambre para mañana.

¿Puede Donald Trump acabar tan rápidamente con una guerra que ha durado tres años?

Trump es una persona que siempre prioriza el efectismo, la telerrealidad, tiene una visión muy cortoplacista: quiere ser el hombre que acabó con la guerra de Ucrania. Pero esa impaciencia sólo puede llevar a un mal acuerdo que los rusos van a explotar en su beneficio.

Y también hay que tener en cuenta la situación política ucraniana. En Ucrania hay 300.000 combatientes ahora mismo en el frente de guerra, si vuelven a casa a un hogar destruido, con una economía en ruinas, sin oportunidades ni ayuda psicológica para superar los traumas, con unas ciudades que no están adaptadas a las personas con discapacidad… Y si empieza a circular esa idea de la “puñalada por la espalda” de Occidente, puede que en Ucrania se desarrolle un régimen político irredento, que sea malo para Europa. Las posguerras mal curadas son muy problemáticas. Una paz mal hecha puede llevar a esa situación.

También hay que decir que Trump llena un vacío. ¿Qué alternativa ha ofrecido la Unión Europea? ¿Qué ofreció Joe Biden? El miedo de la Administración Biden a que Putin recurriera a un arma nuclear táctica ha hecho que la ayuda a Ucrania haya sido siempre limitada y eso no ha permitido a los ucranianos ganar la guerra. Este estancamiento es el que quiere solucionar Trump, pero es posible que no lo solucione ni al gusto de la UE ni de los ucranianos.

El ingreso de Ucrania en la OTAN sigue siendo uno de los principales escollos para un acuerdo, ¿cómo puede solucionarse?

Alemania y EEUU han estado entre bastidores frenando y obstaculizando los primeros pasos del proceso de ingreso de Ucrania en la OTAN. En la UE y en la OTAN hay diferencias de opinión: en el este de Europa, donde están más cerca de las balas, defienden a una Ucrania en la OTAN que sea un escudo para Polonia y los países bálticos; pero Alemania y EEUU no quieren porque, no sólo sería una provocación para Rusia, sino que sería un lastre porque es un país muy propenso a la guerra, a su pesar.  

Lo más importante [para alcanzar un acuerdo] es la garantía de seguridad. Esa garantía puede ser una mini-OTAN con países de Europa del este con un actor más grande (por ejemplo, EEUU, aunque ahora con Trump no va a pasar); en un nivel inferior, puede ser una garantía de seguridad de unas fuerzas de paz europeas y estadounidenses; y otro peldaño más abajo, una garantía de seguridad a la israelí: EEUU y Europa no tienen ningún tratado de defensa mutua con Ucrania pero le darían armas y financiación para convertirla en un estado guarnición; eso es un instrumento de disuasión si Rusia decide atacar en el futuro.

La cuestión es que Rusia puede que no acepte ninguna de estas opciones, ni siquiera la de una Ucrania armada hasta los dientes.

¿Por qué Rusia no aceptaría ninguna de las tres opciones?

El objetivo de Putin no está del todo claro, pero puede que sea un objetivo maximalista: eliminar a Ucrania del mapa, sino como Estado, que ya lo ha hecho en el este, al menos como un Estado con voluntad y voz propias, y capacidad de defenderse. Hay una actitud posesiva de Rusia respecto a Ucrania, no sólo desde el punto de vista geoestratégico, sino sentimental, y esto es probablemente el aspecto más difícil con el que lidiar. 

Argemino Barro durante la entrevista con elDiario.es en una cafetería de Madrid. Argemino Barro durante la entrevista con elDiario.es en una cafetería de Madrid.

Para escribir el libro ha hablado con muchos ucranianos y sigue teniendo contacto con algunos. ¿Cómo se están sintiendo mientras se habla del futuro de Ucrania sin ellos?

Me da la impresión de que están en un momento de estupefacción, intentando digerir lo que está pasando. Hay un ansia de paz creciente y un claro cansancio de la guerra por todo el sufrimiento humano, material, con siete millones de personas en el exilio, cientos de miles de soldados en el frente, una economía que destina al gasto en defensa una cuarta parte… Toda una serie de sacrificios que, si la guerra continúa, van a ir a más.  

Los ucranianos quieren paz, pero no una paz a cualquier precio. Y Trump parece que quiere cerrar una paz rápidamente, eso puede jugar en contra de los ucranianos y de los europeos.

Su libro cuenta la batalla de Mariúpol, ¿cómo cree que están en esa ciudad tres años después de la invasión?

De la población que sufrió el asedio [entre febrero y mayo de 2022], hay una parte que se ha ido a otra parte de Ucrania o al extranjero para no sufrir la ocupación rusa; hay otra parte que apoya activamente a los rusos y el resto, quizás la mayoría, está aguantando, independientemente de si la bandera que ondea es la rusa o la ucraniana.

Los que se han quedado están sufriendo la rusificación, que es algo que han hecho históricamente los rusos allá adonde van. Consideran que Mariúpol forma parte de la Rusia histórica. Ha habido deportaciones [de residentes] a Rusia, secuestros de niños que están siendo criados en Rusia [un crimen por el que la Corte Penal Internacional ordenó la detención de Putin] y personas que son sospechosas de colaborar con las autoridades ucranianas han sido detenidas. El marido de una de las personas que entrevisto en el libro lleva en cautividad desde mayo de 2022, saben que está vivo pero no pueden comunicarse con él.

Argemino Barro durante la entrevista en una cafetería de Madrid. Argemino Barro durante la entrevista en una cafetería de Madrid.

Escribe en el libro que ninguna ciudad sufrió tanto como Mariúpol. ¿Por qué? 

El sufrimiento en Mariúpol fue pasmoso y se podría haber evitado. No había planes de evacuación, el alcalde ignoró hasta el último día las alarmas [de una invasión rusa]… Los ciudadanos no estaban preparados, no sabían a qué refugios ir. Las fuerzas militares no tuvieron tiempo de cavar trincheras, no tuvieron preparación para resistir.  

En Ucrania, en enero y febrero de 2022, los que estábamos más inquietos éramos los extranjeros, los periodistas como yo. Los ucranianos llevaban ocho años en guerra [en la región oriental del Donbás], decían que no era nada nuevo y había una parte que se resistía a creer que iba a haber un asalto total sobre toda Ucrania. Esta actitud era más notoria cuanto más cerca del frente: en Mariúpol, por ejemplo, la gente pensaba que no iba a haber invasión y que, si la había, se solucionaría en unos días. Los trenes, en las primeras semanas, cuando aún era posible escapar, salían vacíos. Mucha gente se quedó incluso con sus familias porque se habían acostumbrado a la guerra.

Entre las entrevistas que hizo para escribir el libro, hay entrevistas con integrantes de la polémica brigada Azov. ¿Cómo fueron esas entrevistas?

Un capítulo del libro está dedicado a la brigada Azov. Se ha generado en Ucrania una ortodoxia acerca de la presencia de ultraderechistas: como la causa de Ucrania es la “correcta”, de esa corrección emana una superioridad moral un tanto excesiva que minimiza los problemas que puede haber. Los líderes de la brigada Azov son personas que tienen un historial claro en el mundo de la extrema derecha, con elementos neonazis, y que son parte de un movimiento político llamado Azov, que tiene una clara agenda de extrema derecha. 

Sin embargo, la brigada Azov se ha ganado la reputación de tener a combatientes muy entregados y muy duros, y que defendieron Mariúpol valientemente. En ese capítulo intento hacer un retrato más detallado, con total honestidad, y algún proucraniano se va a sentir dolido por ello. 

Los testimonios los recabé durante mis viajes a Ucrania, dos viajes en 2022 y uno en 2023. Me reuní con diferentes supervivientes en diferentes localidades de Ucrania y entrevisté a civiles y a combatientes. Los combatientes me daban la visión de la guerra en primera persona y los civiles la visión de una persona normal que de repente se encuentra con un asedio, que es el tipo de guerra más destructivo, la guerra urbana. Es interesante ver el fenómeno del asedio, no solamente en Mariúpol, sino utilizando este ejemplo para comprender cómo se sienten las personas que padecen un asedio.

¿Por qué eligió contar la historia del asedio de Mariúpol?

Elegí Mariúpol porque es una ciudad que tiene una triple importancia para los rusos. Primero, una importancia geoestratégica porque está en medio de ese corredor de tierra que une la Crimea ocupada con la Rusia continental. Era un premio estratégico importante. La segunda es que los rusos y prorrusos intentaron conquistar Mariúpol en 2014 y fracasaron, con lo cual se quedó esa espina clavada en el honor militar de Rusia; quiso resarcirse en 2022. Y la tercera es que la propaganda rusa ha pintado a Ucrania de forma espuria, como un régimen nazi, basándose en la demonización de la brigada Azov, y esa brigada estaba en Mariúpol; por tanto, para cumplir el objetivo de la 'desnazificación', los rusos necesitaban conquistar Mariúpol porque era el símbolo de la 'nazificación' de Ucrania.

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