Dos están K.O.; y tres, en cuarentena. Pero todo indica que para Josep Borrell ya ha pasado lo peor. El ministro de Exteriores llegaba este lunes a su examen ante la comisión de Exteriores del Parlamento Europeo con el respaldo del Consejo Europeo –es decir, de los jefes de Gobierno de los 28 Estados miembros– del 2 de julio; y con el aval de la comisión de Asuntos Legales de la Eurocámara; pero también con la tensión de saber que el principal peligro para Borrell puede ser el mismo Borrell.

Sobre el papel, Borrell ha llegado como un candidato intachable para el sistema de la Unión Europea: ministro de Exteriores, ex eurodiputado, ex presidente del Parlamento Europeo, seleccionado para el puesto por los líderes de la UE en el reparto de los puestos principales.

.. Nada podía fallar. Salvo el propio Borrell, como pasó en aquella entrevista recientemente en la que se levantó por las preguntas sobre Catalunya –pero este lunes nadie le ha preguntado sobre Catalunya–; o cuando pareció ningunear el exterminio de indios americanos.

Pero nada de eso ha pasado este lunes. Bien al contrario, el tono ha sido, durante las tres horas del examen, muy diplomático, a falta de la votación final de los grupos en las próximas horas. Apenas ha mostrado vehemencia ante preguntas de la extrema derecha: primero, con un eurodiputado del partido de Le Pen sobre los riesgos de Rusia; y luego, con Hermann Terstch, de Vox, a quien le ha señalado: "Usted no tiene el monopolio de la preocupación por Venezuela".

Y es que Borrell es un socialdemócrata que funciona bien en la arquitectura europea: por su experiencia, porque se desenvuelve en varios idiomas, porque es un buen socialista para los socialistas; y porque encaja en la alternancia con populares y liberales: de alguna manera, es de los suyos, y este lunes por la noche daban por aprobado su examen, lo cual es un alivio para la presidenta electa, Ursula von der Leyen.

La ex ministra de Angela Merkel, de la familia democristiana europea, tiene ya varios problemas que resolver antes de la votación prevista para el 23 de octubre. Los dos más inminentes, son las vacantes de Rumanía y Hungría, desechados por la comisión de Asuntos Legales. Rovana Plumb, exministra socialdemócrata rumana, fue señalada en un caso de corrupción en 2017, acusada de ayudar al líder de su partido en una operación inmobiliaria relacionada con la compra de una isla en el río Danubio considerada de propiedad estatal. Y László Trócsányi, ex ministro de Justicia de Viktor Orbán (Fidesz, PPE), fundó un despacho de abogados que trató con asuntos públicos cuando él era ministro de Justicia.

Y los tres más preocupantes, son los problemas que tienen los candidatos de Francia, Polonia y Suecia.

Sylvie Goulard –de la familia liberal, del partido de Emmanuel Macron–, en cuya declaración de bienes no mencionaba que recibió una suma de 10.000 euros mensuales de un centro de estudios estadounidense. Goulard (Mercado Interior) también tiene abierta una investigación en la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) por cómo usó fondos europeos en su etapa de eurodiputada. Mismo tipo de investigación que existe sobre el candidato ultraconservador polaco, Janusz Wojciechowski (Agricultura), quien además demostró muy poco conocimiento de su cartera en el examen ante la Eurocámara.

En ambos casos, ocurre que son de familias políticas distintas a la rumana y el húngaro, con lo que populares y socialdemócratas no van a tener mucho interés en echarles una mano. Por el mismo motivo, la socialdemócrata sueca Ylva Johansson, que tampoco convenció mucho en su examen, podría tenerlo más fácil.

Pero ahí no acaban los problemas para Von der Leyen. Desde hace varias semanas tiene sobre su mesa una carta del grupo socialdemócrata en la Eurocámara que le dice que no votará la Comisión Europea si no cambia el título de la vicepresidencia de Proteger el estilo de vida europeo. Y así se lo hicieron ver el jueves a quien la va a ocupar, el griego Margaritis Schinas (Nueva Democracia, PPE). Todo su examen, de tres horas, empezó y acabó con lo mismo, con un llamamiento de todos los grupos salvo los conservadores para que se cambie ese nombre vinculado con la migración y la seguridad.

Todos esperan en Bruselas que Von der Leyen ceda. Pero, mientras lo hace, se le han ido acumulando los problemas. Pero también despejando, como el de Borrell este lunes.