Theresa May decía que el acuerdo al que había llegado con la UE satisfacía la voluntad del referéndum del Brexit. Pero el Parlamento de Westminster lo tumbó tres veces y su partido, el Conservador, acabó echándola de Downing Street. ¿Ocurrirá lo mismo con Boris Johnson? El dilema parece sacado de las estrofas de Should I stay or should I go, la mítica canción de The Clash.

'So ya gotta let me know now'

¿Cómo lo vas a conseguir, Boris? El primer ministro británico ha logrado un texto, ha desengrasado el problema irlandés, ha logrado desatascarlo con el acuerdo del gobierno de irlandés de Leo Varadkar, lo que ha dejado en bandeja el visto bueno del resto de los líderes europeos en la cumbre de este jueves en Bruselas.

Una vez que el negociador jefe de la UE, Michel Barnier, y el Gobierno británico han alcanzado un entendimiento, el visto bueno del resto de capitales europeas se daba por descontado. 

Como ocurrió en noviembre de 2018, el Consejo Europeo ha respaldado el acuerdo. Y, como ocurrió en noviembre de 2018, todos las miradas se han vuelto inmediatamente hacia el Parlamento de Londres, donde los socios de los conservadores, el partido unionista norirlandés DUP ha anunciado su rechazo al acuerdo. Lo mismo que ha hecho el principal partido de la oposición, el Laborista. Como también los remainers, liberaldemócratas, los nacionalistas escoceses y el Sinn Fein. 

A pesar de eso, como entonces decía May, Johnson ha asegurado este jueves en Bruselas que logrará aprobar el acuerdo porque "es bueno y justo para Reino Unido y la Unión Europea, nos permite recuperar el control y destinar más recursos a mejorar la sanidad, la educación y los salarios mínimos, y dedicar todos los esfuerzos a algo ilusionante como construir la nueva relación con los amigos de la UE". Eso sí, lo que no ha dicho es de dónde sacará los votos.

'We don't bribe'.

"Nosotros no hacemos sobornos", bromeaban fuentes diplomáticas en la cumbre en Bruselas, pero algo deberá dar Johnson a la DUP porque necesita sus diez escaños.

'It's always tease, tease, tease'

En Bruselas están hartos. En las capitales no pueden más del culebrón del Brexit. Todos quieren que se acabe una rueda de ratón que lleva más de tres años gastando esfuerzos y recursos de la Unión Europea que podrían dedicarse a otras tareas. 

Pero ahora todo vuelve al territorio de un actor secundario fundamental en este película: John Ordeeeeeeeeer Bercow. Un territorio comanche en el que se suceden votos, mociones, enmiendas y, tal y como están los números, pueden votarse cosas contradictorias, tanto a favor como en contra el Gobierno. 

Ordeeeeeeeeeeer.

"Espero que mis colegas diputados aprueben el acuerdo en las votaciones de este sábado y los días sucesivos", ha dicho Johnson en Bruselas. Es decir, que el sábado comienza el aquelarre de los Comunes y, según fuentes comunitarias, podría culminar con un voto decisivo el martes. A continuación, añaden estas fuentes, podría votarse en el Parlamento Europeo el jueves tras el visto bueno previo de la comisión de Asuntos Constitucionales del Parlamento Europeo (AFCO).

'One day it's fine and next it's black'

Este jueves todo son sonrisas, abrazos, caras de alivio. Pero puede durar 48 horas si en Londres Johnson no logra, como ocurrió con May, la aprobación del acuerdo. En ese caso, caben dos posibilidades: el Brexit sin acuerdo el 31 de octubre o, como el Parlamento británico ha votado repetidas veces, que el Gobierno británico pida una prórroga para evitar un Brexit caótico. 

Pero ahora nadie habla de prórrogas en Bruselas. Johnson, porque ha jurado y perjurado que sacaría a Reino Unido de la UE el 31 de octubre pase lo que pase; y la propia UE, porque no quiere distraer de lo mollar: el acuerdo que acaban de sellar. Hoy no se habla de prórrogas, sólo de las virtudes de un acuerdo que se ha producido gracias a que han ocurrido dos cosas que tanto la UE como los gobiernos que la conforman habían prometido que no pasarían never, never, never –como decía Florentino Pérez antes de fichar a David Beckham–: reabrir el acuerdo y el el susodicho backstop. Pero ya comenzaban a temblar las canillas ante el abismo de un Brexit sin acuerdo.

'If I go, there will be trouble, a nd if I stay it will be double'

Si Reino Unido no sale el 31 de octubre, la nueva Comisión Europea, nonata por la oposición del Parlamento Europeo a los comisarios designados por Francia, Hungría y Rumanía, tendría un problema añadido: Reino Unido, como Estado miembro, tendría derecho a nombrar un comisario europeo, y seguiría en los espacios de decisión de un edificio institucional del que reniega en el nuevo ciclo político.

Y eso no lo quiere nadie tampoco. Nadie quiere la prórroga, aunque sería mejor salida que un no acuerdo. Y lo que surge en el horizonte, si Johnson no logra los apoyos parlamentarios para su acuerdo, es una prórroga pero vinculada a un nuevo proceso político en Reino Unido. 

Es difícil pensar que Johnson pueda seguir en Downing Street como si nada después de haber fracasado en sacar a Reino Unido de la UE el 31 de octubre: todo conduciría a unas nuevas elecciones en las que un nuevo Gobierno retomaría las negociaciones con la nueva Comisión Europea. Con Ursula von der Leyen en lugar de Jean-Claude Juncker; con Charles Michel, en lugar de Donald Tusk. Y con Michel Barnier, el único que repetiría. 

'If you don't want me, set me free'

El problema siempre es y será Irlanda. Porque es una isla con dos países, porque el Acuerdo de Viernes Santo selló una paz hace dos décadas que impide una frontera dura entre esos dos países. ¿Cómo conjugar el Brexit de Irlanda del Norte como parte del Reino Unido con la permanencia en la UE de la República de Irlanda, todo ello sin frontera dura?

Con Theresa May se pactó el célebre backstop, una salvaguarda para el caso en el que no se cerrara un acuerdo de relación futura antes del fin del periodo de transición de dos años tras el Brexit acordado, no hubiera frontera dura en Irlanda. Pero, en aquel momento, lo que se pactó entonces suponía que, si entraba en vigor el backstop por falta de acuerdo de relación futura, Reino Unido se quedaría, vía Irlanda del Norte, en la unión aduanera de la UE, mantendría un cordón umbilical con el continente. 

Ahora eso desaparece. Porque se vuelve a febrero de 2018, a una solución propuesta entonces por Bruselas y desechada por Londres, porque se establece una unicidad irlandesa que hace año y medio era descalificado por establecer una suerte de frontera invisible en el mar de Irlanda entre la isla de Irlanda y la isla de Gran Bretaña. 

El acuerdo, ha recordado en Bruselas el primer ministro irlandés, "sustituye el  backstop por una solución que reconoce la unicidad de Irlanda, y que se puede convertir en permanente con el consentimiento de los diputados de Irlanda del Norte".

Es decir, no es una salvaguarda ni un seguro en caso de que las cosas se tuerzan, en una solución permanente salvo que el parlamento regional de Irlanda del Norte (Stormont) vote lo contrario.

"La nueva solución empieza para un periodo de cuatro años", ha explicado Varadkar, "y después Irlanda del Norte decidirá si sigue. Los controles de bienes y mercancías se realizarán en puertos y aeropuertos, e Irlanda del Norte puede seguir en la unión aduanera con Reino Unido, pero no habrá aranceles ni controles de la isla de Irlanda".

Pero, claro, para dentro de cuatro años se espera que lleve en vigor un tiempo el acuerdo de libre comercio sin aranceles basado en el concepto del level playing field, concepto de equidad no porque cada jugador tenga la misma oportunidad de tener éxito, sino que todos juegan con el mismo conjunto de reglas. Es un campo de juego metafórico nivelado en tanto que ninguna interferencia externa afecte la capacidad de los jugadores de competir de manera justa.

"Se protegen los derechos de los ciudadanos, hay un acuerdo financiero, no habrá frontera dura y habrá economía de toda la isla", ha insistido Varadkar: "Se mantiene el Acuerdo de Viernes Santo y nuestro papel en el mercado único comunitario".

Y si las cosas no van como estaban previstas, el acuerdo 16 del protocolo de Irlanda prevé salvaguardas por las que, unilateralmente, Reino Unido o la UE pueden intervenir en caso de "graves problemas económicos, sociales, empresariales..."