En la ciudad argentina de Córdoba un grupo de siete amigas habla sorprendidas de que ninguna de ellas ha tenido un embarazo no deseado. En el país se producen alrededor de 450.000 abortos inducidos cada año, según cifras de Amnistía Internacional. Una semana después de esa conversación, Joy (nombre ficticio para proteger su anonimato) empezó a notar náuseas, algo que achacó a su irregularidad a la hora de menstruar. Tal y como ella misma afirma, algunos síntomas iban a más, así que decidió hacerse una prueba de embarazo unos días después. “Cuando vi que el resultado era positivo yo estaba muy tranquila porque tenía claro que quería abortar y conocía todo el proceso para hacerlo de la forma más segura, aunque fuera de manera clandestina”, relata esta estudiante de psicología de 24 años.
De esta forma llegó a las Socorristas en Red, una organización feminista que brinda información y apoyo a cualquier mujer que lo necesite y lo solicite, y que también es conocida como Socorro Rosa. “Conseguir su contacto es muy fácil. En cualquier marcha feminista pintan su número de teléfono en el asfalto, además de estar escrito en casi todas las paredes de los baños de chicas de las facultades”, continúa Joy.
Las cifras que manejan las socorristas en cuanto a acompañamientos e implantación no dejan lugar a dudas de su importante protagonismo. En cinco años de existencia han tratado con 19.361 mujeres interesadas en abortar, acompañando al 83% de ellas. Tan solo en 2018 y siempre según la Comisión de Sistematización de Socorristas en Red, acompañaron a 7.581 mujeres, de las cuales 90 eran niñas por debajo de los 15 años y 1.069 tenían entre 15 y 19 años. En cuanto a la implantación, 450 activistas constituyen las 52 agrupaciones que tienen por toda Argentina.
Una vez que una mujer llama al número proporcionado para su región, el protocolo de actuación de las Socorristas es concertar una especie de entrevista grupal junto con otras personas en la misma situación, que se desarrolla en un lugar público. Según comenta Alejandra (también nombre ficticio), las Socorristas le llamaron un día antes de la reunión para confirmar su asistencia, ya que no esperan a nadie. En sus propios términos, fue en ese encuentro cuando se dio cuenta que un embarazo no deseado le puede pasar a cualquiera. “Allá había tantos tipos de mujeres, de todas las edades y condiciones, que llegué a la conclusión de que únicamente la que lo sufre puede tener una opinión al respecto”, relata esta colombiana radicada en Argentina y que pasó por el mismo proceso que Joy.
Un primer encuentro grupalLo primero que hacen las Socorristas en esta reunión es invitar a que cada una cuente su historia pero sin que se sientan presionadas para ello, “algo que es súper productivo porque encuentras una contención, aunque la historia de la otra sea totalmente distinta a la tuya es como que estar en grupo tiene eso que te hace sentir menos sola, además de que en ningún momento te sientes juzgada”, añade Joy.
Durante esta reunión grupal las Socorristas brindan información basada en el 'Manual de práctica clínica para un aborto seguro', publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este mismo ente respalda la eficacia de hasta un 98% del aborto producido con medicación combinada entre mifepristona y misoprostol. La mifepristona es “un antiprogestágeno que bloquea la producción de progesterona, una hormona indispensable para que continúe un embarazo”; mientras que el misoprostol, “una hormona que produce contracciones uterinas provocando el aborto”, según recogen las Socorristas en su página web.
Conseguir las pastillas para abortarTras el encuentro grupal en donde se informa sobre cómo tomarte la medicación y los efectos secundarios que pueden tener, cada una de las mujeres se ven de forma individual con alguna de las Socorristas. En el caso de que las mujeres decidan seguir adelante con el aborto mediante este proceso, las socorristas les entregan una tarjeta con un número de teléfono apuntado. “La chica con la que hablé individualmente fue súper simpática e hizo que sintiera un alivio increíble”, apunta Alejandra; algo que en palabras de Joy se debe a que “sales sabiendo qué vas a hacer, qué te puede pasar, qué síntomas vas a tener y qué hacer para aliviarlos”.
“Ese contacto es de una red paralela totalmente clandestina y anónima que te facilita las pastillas necesarias para abortar”, continúa la estudiante de psicología, aunque no hay ninguna forma de comprobar la calidad, procedencia o caducidad de las mismas. “Te advierten de que a ese número no puedes comunicarte por mensaje, tan solo puedes llamarles. En esa llamada, además, debes hablar en clave por si están grabando la conversación”, según Alejandra, que tuvo que preguntar si vendían camisetas. Durante la conversación se establece un lugar público, una hora, un día y se concreta la ropa que va a llevar cada persona para reconocerse fácilmente.
En lo que respecta al dinero que deben llevar a la hora del intercambio, son las Socorristas las que orientan a las interesadas. La cantidad establecida son 1000 pesos argentinos (unos 16 euros en la actualidad), pero advierten de que no hay ningún tipo de consecuencia si alguna mujer no puede pagarlos. El dar más dinero del mínimo establecido es responsabilidad de cada persona, como es el caso de Joy, que lo hizo precisamente para costear el tratamiento de las mujeres que no pueden permitírselo.
Una vez realizado el intercambio, en donde tienen que entregar la tarjeta que con anterioridad le habían dado las Socorristas en el encuentro individual, se deben haber alcanzado las seis semanas de gestación para empezar el tratamiento, siendo recomendable no haber superado los tres meses.
Pasados dos días la mujer debe encontrar un lugar limpio y con cierta intimidad y privacidad -lo que supuso un problema para Alejandra ya que a sus 22 años vivía en una residencia de estudiantes con pésimas condiciones sanitarias- para que acompañada de alguien de confianza se tomen el resto del tratamiento.
Durante el transcurso de tiempo desde que se toma la última pastilla de misoprostol hasta la expulsión del embrión se pueden experimentar algunos efectos secundarios. De todas formas, “esta situación sería mucho peor si las Socorristas no te hubieran indicado en qué tienes que fijarte de forma especial y qué hacer si algo no estuviera yendo bien, dado que el aborto con pastillas es extremadamente diferente en cada cuerpo”, enfatiza Joy, que sufrió la mayor parte de los efectos secundarios, como escalofríos, transpiración, dolor muy fuerte en el útero, estado febril o vómitos.
Alejandra, que admite que estaba muy nerviosa dada la clandestinidad de los hechos, se encontraba totalmente convencida de lo que iba a hacer porque lo único que quería era acabar con esa situación. En su caso, no tuvo ningún síntoma añadido al “insoportable” dolor físico que experimentó, llegándolo a tildar como “la sensación física más fuerte que he tenido nunca, una sensación que hizo que dejara de llorar ya que ni eso me reconfortaba”.
Finalmente, el aborto termina cuando se expulsa el saco embrional. Las Socorristas advierten también sobre el sangrado posterior para que las mujeres estén pendientes de sus síntomas. Si en las dos primeras horas desde que terminan el tratamiento llenan de sangre más de dos compresas es un síntoma de alerta. Alejandra señala que, una vez terminado el proceso, las Socorristas recomiendan una especie de consultorio médico por si se necesita llevar a cabo alguna especie de revisión o seguimiento.
El aborto seguro es una cuestión de claseJoy remarca que es consciente de que tenía todo a favor para poder abortar de la manera más segura posible en un país donde el aborto es ilegal: “Tenía a mis amigas que me apoyaban, a mi pareja que me acompañaba incondicionalmente, la plata para poder conseguir las pastillas y los conocimientos y experiencias necesarios para hacerlo”. Todos los cuidados paralelos que necesitó por el embarazo no deseado, tanto psicológicos como psiquiátricos, fueron mediante la sanidad privada, “algo que analizo como un privilegio de clase”, en sus propios términos.
A este respecto, no duda al afirmar que “la lucha por el aborto legal siempre irá ligada a la lucha de la igualdad de clases”. Ella justifica esta tesis “porque la gente que tiene dinero va a una clínica privada y hace pasar la intervención del aborto como una operación de apéndice o de riñón, lo que hace que en Argentina solo los ricos tengan acceso a un aborto seguro”, denuncia la estudiante de psicología.
Yendo un poco más lejos, Joy se enfrenta a los que dicen que el aborto es traumático, cuando “lo traumático son las condiciones en las que se aborta”. Además, defiende que “no legalizar el aborto hoy en día es una forma de legitimar el rol de las mujeres preestablecido en el que tenemos que ser madres”. Del mismo modo, llama misóginas a las personas que frente al pañuelo verde en defensa del aborto portan el pañuelo celeste con el mensaje ‘salvemos las dos vidas’ porque “niegan el derecho de la mujer a decidir sobre su futuro, el no poder ver a la mujer como sujeto político de derecho”.
Alejandra también se pronuncia al respecto diciendo que “estar a favor o en contra del aborto únicamente depende de los consciente que eres de la realidad”. Asimismo, Joy enfatiza en la “emergencia sanitaria que supone legalizar el aborto, ya que se ha demostrado que allá donde se legaliza también se reduce la mortalidad materna. Así es como el Estado es responsable de esas muertes al no hacer nada por evitarlas”. Cuestionada por el qué pasará, esta estudiante de psicología lanza un mensaje lleno de futuro: “Nuestras abuelas nos dieron el voto, nuestras madres nos dieron el divorcio y nosotras vamos a dar a nuestras hijas el derecho a decidir cuándo, cómo y de qué forma queremos ser madres”.