"Pongámonos manos a la obra, para que dentro de 30 años podamos decir viva Europa". Pero no ha dicho cómo. Quizá porque la cosa esté hecha; quizá por el perfil de Urasula von der Leyen; quizá por lo fraccionado del Parlamento Europeo y la diversidad de colores en los Gobiernos de los 27. O quizá por todo a la vez, pero lo cierto es que Ursula von der Leyen se ha presentado este miércoles a las nueve de la mañana en Estrasburgo para pedir el voto de la Eurocámara para su Comisión Europea. 

Von der Leyen ha llegado con un mes de retraso, a causa de los tres comisarios tumbados en septiembre por el Parlamento Europeo –la francesa, el húngaro y la rumana–, con la vacante británica sin cubrir y después de enmendar importantes polémicas que acompañaron su arranque: el título de protección del estilo de vida europeo como cartera; la ausencia de la cultura en ningún título, así como la investigación y la pesca.

 

Lagunas, tensiones con el Parlamento Europeo, comisarios caídos por el camino... Pero, aun así, Von der Leyen ha llegado sabiendo que goza del apoyo de los populares, socialistas, liberales, parte de los ultraconservadores –por el comisario polaco, del PiS–, y la abstención mayoritaria de los verdes. 

Le sobran los votos, entre otras cosas porque es una sola votación sobre el paquete completo, sobre el equipo de 26 que le acompañarán.

Pero le ha faltado pulso y emoción en su discurso, pronunciado ante una Cámara favorable, pero también ante los 500 millones de habitantes de la UE que difícilmente verán los más de 40 minutos de un discurso frío y con menos pasión y ambición política que el que pronunció en julio cuando logró el voto del Parlamento para su persona como presidenta electa.

La exministra de Angela Merkel, que llegó a dedo por un pacto de los líderes de las grandes familias políticas europeas en tres días a puerta cerrada a costa de enterrar el incipiente amago democrático del spitzenkandidaten. Este miércoles, Von der Leyen se ha limitado a pasar revista de los 26 integrantes de su colegio de comisarios con las competencias de cada cual, entre ellos a Josep Borrell, futuro jefe de la diplomacia europea, cuya "experiencia" ha reconocido para el objetivo de "una Comisión Europea geopolítica". 

Ha hablado de igualdad de género como primera presidenta de la Comisión más paritaria de la historia –15 hombres y 12 mujeres–, pero ya no ha citado a grandes mujeres de la arquitectura europea, sino a Vaclav Havel: esta vez el hilo conductor de su discurso ya no ha sido el morado feminista como en julio, sino el terciopelo de la revolución checa de hace 30 años, y por eso ha hablado más de unidad y cooperación, de ampliación y vecindad. Ha hablado de transición ecológica justa, pero se ha olvidado de su ambiciosas promesas de hace unos meses, como el seguro de desempleo, por ejemplo, o cifrar la reducción de emisiones de CO2 hasta el 50% como mínimo en 2030 frente al 40% actual, aunque sí ha vuelto a defender la neutralidad total en 2050.

Von der Leyen tampoco ha vuelto a hablar de una tasa que grave las importaciones de países que no cumplan unas condiciones de reducción equiparables a las europeas, sigue sin concretar el plan de inversión sostenible ni se ha acordado de los trabajadores uberizados, por ejemplo. Eso sí, ha prometido un plan europeo contra el cáncer, después de recordar la muerte de su hermana con 11 años.

"Dentro de 30 años", ha dicho Von der Leyen, "otras personas van a volver la vista a atrás, y lo que digan depende de que le hagamos nosotros juntos. Si lo hacemos bien, la Europa de 2050 será el primer continente neutro, continuará siendo la economía que mejor lo haga, estará a la cabeza de la resolución de todos los problemas". 

La presidenta de los socialistas en la Eurocámara, Iratxe García, ha recordado: "Le dimos un voto de confianza porque se comprometió a unas prioridades, como que la transformación ecológica justa sea su eje. Queremos empezar a trabajar cuanto antes y con la seguridad de que no nos defraudará, para que ese gran objetivo se materialice con medidas concretas que mejoren la vida de nuestra ciudadanía".

García, como hizo el lunes en el debate sobre el convenio de Estambul, ha pedido una directiva contra la violencia machista y "un fondo de transición justa ambicioso", antes de anunciar que el apoyo "con voto exigente y leal". 

No obstante, los socialdemócratas alemanes, en caída libre en su país frente a los verdes, no parecen dispuestos a dar ese apoyo a la exministra de Merkel.

Dacian Ciolos, presidente del grupo liberal (Renew Europe), que en las negociaciones ha logrado la presidencia del Consejo Europeo –Charles Michel– y la vicepresidencia de Margrethe Vestager, expresó su apoyo a la nueva Comisión y expresó un deseo: "Pido que nos muestre tres cosas: que sea viva, apasionada y ambiciosa, es la única manera de preparar a Europa". 

Los verdes, sin embargo, se abstendrán mayoritariamente. A pesar de que el debate climático ha entrado de lleno en la agenda de la política europea actual, el grupo verde echa de menos concreción. Su presidenta, Ska Keller, ha sido dura con este asunto, pero también con miembros de la Comisión discutidos. 

"¿Van a estar a la altura de los retos?", se ha preguntado Keller: "Eso requiere valor, convicciones, y durante las audiencias lo hemos visto, pero no en todos ni en todos los temas. Si no hay voluntad de cambiar la agricultura ni la política comercial... Necesitamos una agenda verde ambiciosa, de lo contrario. cualquier política del clima estará desnuda". 

"Es una situación sin precedentes", ha proseguido señalando al francés Thierry Breton, "un CEO de una de las empresas más importantes va a ser comisario de economía digital y el conflicto de intereses puede poner en peligro la cartera. No podemos aceptar que haya este tipo de conflictos". 

"No le podemos apoyar como Comisión", ha proseguido Keller, "pero estamos dispuestos a colaborar cuando adopten iniciativas, estaremos encantados de cooperar, encontrará un socio constructivo, pero también seremos críticos. El clima, la desigualdad social no pueden esperar".

Martin Schirdewan, copresidente del GUE (Izquierda Unitaria), ha enumerado los motivos por los que su grupo, en el que se integran Podemos e IU, votarán en contra de la Comisión Europea –y, por tanto de Borrell–: "La paz no se puede lograr armando y militarizando la política exterior de la UE, sino deteniendo las exportaciones de armas y trabajando por el desarme internacional; la justicia social no se puede lograr desregulando los mercados laborales, sino imponiendo normas sociales vinculantes que protejan contra la pobreza y garanticen la dignidad; la protección del medio ambiente necesita más que promesas bonitas. Requiere una política ambiciosa para limitar el calentamiento global a 1.5 grados y reducir las emisiones de CO2 en un 70% para 2030; la evasión fiscal de las grandes corporaciones no terminará refiriéndose a la OCDE, sino haciendo cumplir impuestos corporativos efectivos y cerrando paraísos fiscales; y los derechos humanos y la vida humana no están protegidos por una política aislacionista mortal en las fronteras exteriores de Europa, sino por una misión de búsqueda y rescate civil europea".

Los ultraconservadores del ECR se dividirán: los polacos, del gobernante PiS, deben apoyar a una Comisión que cuenta con un miembro de su partido, mientras que otros, como Vox, han expresado su rechazo. Al igual que el grupo de la extrema derecha Identidad y Democracia, que integra a los eurodiputados de Matteo Salvini y Marine Le Pen, entre otros.