Esta semana, Sanna Marin ha sido nombrada primera ministra de Finlandia. La socialdemócrata, de 34 años, se ha convertido así en la jefa de Gobierno más joven de la historia del país y la más joven del mundo.
Hasta el nombramiento de la nueva líder finlandesa, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, era, con 37 años, el jefe de gobierno más joven. Le ha durado poco el 'título' a Bukele, que cogió el testigo el pasado mes de junio, al prosperar una moción de censura en Austria contra el entonces canciller Sebastian Kurz, de 31 años. Además, Kurz fue reemplazado por la canciller de mayor edad y primera mujer al frente del ejecutivo austriaco, Brigitte Bierlein, que asumió el cargo con 69 años.
Estos casos no serían posibles en otros muchos países del mundo, donde existe un mínimo legal para ocupar la máxima autoridad del gobierno o, en otros casos, cargos de perfil institucional como el de jefe de Estado.
De hecho, Sebastian Kurz podía ser jefe del gobierno con 31 años, pero no 'presidente federal', es decir, jefe de Estado, un cargo de más peso institucional y menos capacidad ejecutiva. La ley marca un mínimo de 35 años para acceder a este puesto: "Solo una persona que tenga 35 años antes del 1 de enero del año en que se celebran las elecciones puede ser elegida" para ocupar ese puesto, según la Constitución austriaca.
En el caso de Finlandia y de la mayoría de otros países como España, los primeros ministros son nombrados por el Parlamento, por lo que la edad límite viene dada por el mismo mínimo que marca la ley para presentarse a unas elecciones como diputado: la mayoría de edad, 18 años.
Un criterio totalmente diferente es el de Estados Unidos, donde, según su Constitución, ningún ciudadano se podrá presentar a las elecciones presidenciales siendo menor de 35 años: "Ninguna persona que no haya alcanzado la edad de 35 años y que haya sido 14 residente en el país podrá ser elegible", reza el artículo 2.
El presidente estadounidense con más edad en el momento de su toma de posesión es Donald Trump, con 70 años en 2017; el más joven fue Theodore Roosevelt, que asumió el cargo en 1901, con 42. Según la página oficial del presidente de Estados Unidos, la media de edad en la que han jurado el cargo históricamente ha sido de 55 años.
Por ejemplo, Alexandria Ocasio-Cortez, que lleva acaparando todos los focos desde que fue elegida congresista demócrata por el distrito 14 de Nueva York y objetivo de muchos de los ataques de la derecha y del establisment estadounidense, no podría presentar su candidatura ni siquiera a las primarias presidenciales, ya que tiene 30 años. Aunque sí que cumpliría los demás requisitos que marca la Constitución: ser ciudadana estadounidense –aunque Trump diga lo contrario– y, por tanto, haber vivido 14 años en Estados Unidos.
Lluís Orriols, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III de Madrid, explica que la exigencia de edad es, a priori, un hecho excepcional, un "filtro indirecto". "A diferencia de la elección de los funcionarios, que es por oposición, para nuestros representantes no se pide un nivel de estudios concreto, sino un consentimiento ciudadano que los valide como representantes".
Para ostentar la presidencia de Brasil, Portugal o de India también hay que ser mayor de 35 años. Otros países superan esa barrera, como en Alemania, donde el presidente Federal debe haber cumplido los 40, o Italia, que debe tener 50 años. Son repúblicas que garantizan de esta forma que la jefatura del Estado transmita las cualidades de la experiencia y la madurez.
A diferencia del país norteamericano, en las democracias parlamentarias europeas, la condición de la edad se establece en jefes de Estado que cuentan con poderes ejecutivos limitados. "Es una cuestión de seniority, es un representante solemne", puntualiza Orriols.
Para ser presidente y primer ministro de la República francesa, la única condición es ser mayor de edad –18 años–, igual que para ser primer ministro en Reino Unido o en Suecia. Mientras que en la Constitución de Noruega no se especifica una edad mínima para ostentar el cargo de primer ministro. Tampoco en la de Dinamarca.
Esto no se aplica a otros jefes de Estado en el caso de que el cargo sea hereditario, como ocurre en las monarquías. En otra liga juegan las dictaduras como la de Kim Jong-Un, que asumió el cargo al frente de Corea del Norte en diciembre de 2011, con 28 años, aunque no se conoce con certeza su edad real.