El Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa Panameña lideradas por el dictador Manuel Antonio Noriega estaba en El Chorrillo y eso selló el destino de esta barriada popular, arrasada durante la invasión de EE.UU. a Panamá y que 30 años después aún no se recupera de su violenta destrucción.

Frente a la Bahía de Panamá y colindante con la Zona del Canal - como se llamaba al territorio bajo soberanía de EE.UU. por administrar la vía interoceánica- se levantaban hace tres décadas las viejas edificaciones de madera que caracterizaban a El Chorrillo y que fueron pasto del fuego provocado por el ataque militar aéreo y terrestre, según cuentan quienes estuvieron en el lugar.

Así como no está claro el número total de víctimas panameñas durante la invasión, para muchos en Panamá tampoco está claro el por qué del ensañamiento con El Chorrillo, que actualmente es una de las zonas más peligrosas de la Ciudad de Panamá debido a la presencia de pandillas y narcotraficantes.

Unos 26.000 soldados estadounidenses invadieron Panamá, más del doble del pie de fuerza total del país centroamericano, que descargaron armamento de última generación, en lo que muchos consideraron un "ensayo", que a la postre llevó a que Noriega se entregara a EE.UU. el 3 de enero de 1990.

30 AÑOS DESPUÉS "LA HERIDA SIGUE VIVA"

"Después de la invasión, El Chorrillo cambió bruscamente. Cambio para mal", dijo a Efe Olga Cárdenas, una de las tantas panameñas que integraba los "batallones de la dignidad", grupo de civiles al servicio de los militares panameños durante el régimen militar.

De 64 años y aún habitante de El Chorrillo, Cárdenas vivió el 20 de diciembre de 1989 en primera fila lo que ella llama "una causa injusta", en alusión a la operación militar estadounidense "Causa Justa", que tenía como objetivo la captura de Noriega, el hombre fuerte de Panamá, requerido por la justicia de EE.UU. por narcotráfico.

El Chorrillo era "un lugar alegre (...) a todos nos gustaba vivir aquí en el barrio" pero "todo cambió" y para mal después de la invasión, que dejó heridas profundas que seguirán latentes mientras no se sepa la verdad de la "masacre", afirmó la mujer.

UNA PESADILLA QUE SEMBRÓ LA SEMILLA DE LA VIOLENCIA

"Como las seis de la mañana (del 20 de diciembre de 1989) empezó el fuego en El Chorrillo. Esa mañana caminamos hacia Balboa para ponernos a salvo", recuerda Isela Klinger, otra vecina de esta barriada, cuya casa de entonces fue consumida por las llamas.

Klinger relató a Efe que junto a su esposo y su pequeño hijo tuvieron que dejar el hogar "para buscar donde refugiarnos, sin tener ayuda de nadie. lo primero que tomé en la huida fue la leche de mi hijo y su pañalera, para refugiarnos en la Iglesia de la Virgen de Fátima".

"A raíz de esa invasión las armas se regaron en El Chorrillo, quedó invadido de tantas cosas, que la misma juventud que hoy en día se está matando y peleando territorio, son los mismo que vienen de aquel entonces", reflexionó esta mujer que se acerca a su sexta década de vida.

EL LUTO SE VIVE TODOS LOS DÍAS EN EL CHORRILLO

Aunque han pasado 30 años "la gente vive" como si fuera ayer lo que pasó en El Chorrillo, incluso aquellos que no perdieron a ningún familiar o un ser querido como es el caso de Yolanda de Varcasía, 76 años.

"Yo siento todos los días, con lo que me vienen a comentar, como si esas personas (que murieron) son de mi sangre", expresó Varcasía Efe.

Esta anciana reclama que hoy en día "hay mucho silencio" sobre el tema de la invasión a Panamá: "la gente tiene que saber que los gringos, en víspera de una Navidad, nos regalaron una masacre".

"Aquí no hay un día que no se recuerde esa invasión (...) aquí uno se acuerda todos los días de las personas que murieron", asegura la señora Yolanda.

El Chorrillo era un barrio de gente trabajadora y que luchaba todos los días, pero "quedó en cero" y lleno de problemas de violencia.

"A 30 años nos dicen que pasemos la página, pero ¿cómo la vamos a pasar, si tenemos marcado en el pellejo la masacre que hicieron?" se preguntó.