Para quienes sueñan con un Irán abierto, desarrollado y pacífico es tentador imaginar que la muerte del presidente Ebrahim Raisí, junto al ministro de exteriores, Hossein Amir Abdollahian, va a suponer un cambio de rumbo en el régimen. Un régimen que se mantiene en el poder desde la revolución encabezada por Ruhollah Jomeini, en 1979, asediado por poderosos enemigos externos que buscan su derribo y empeñado en aferrarse al poder contra una población cada vez más empobrecida y crítica con su actitud represiva en el orden moral.