Desde que las fuerzas de Bashar al Asad, junto a sus aliados rusos e iraníes, tomaron Daraa en el verano de 2018, la ciudad vive entre asesinatos secretos, explosiones, ataques relámpago a sitios militares y conflictos internos. Las imágenes de guerra clásica han desaparecido, dando paso a asesinatos selectivos en la ciudad que encendió la chispa del levantamiento sirio en 2011 contra el régimen de Al Asad, que gobierna el país desde hace 23 años, cuando sucedió a su padre, que llegó al poder en 1970 tras un golpe militar.
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