Al menos 1.172 personas murieron o resultaron heridas por bombas de racimo –prohibidas en más de un centenar de países– en 2022, ocho veces más que en 2021, un aumento causado por su uso en la guerra de Ucrania tanto por el Ejército ruso como por el ucraniano, al que Estados Unidos comenzó a enviar este tipo de munición en julio.
Son las principales conclusiones del decimocuarto informe anual de la Coalición contra las Municiones en Racimo (CMC), que lidera la campaña para que más países suscriban la Convención de Oslo de 2008 contra este armamento, por ahora con 112 Estados parte y otros 12 signatarios, aunque con la ausencia de las grandes potencias.
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