Colocar la cámara en un lugar u otro no es solo una cuestión cosmética, de simple belleza. Un plano es una declaración de intenciones, y cómo se rueda una escena es un compromiso artístico y político del que la mayoría de directores no son conscientes. Son los que saben la implicación de cada plano los que consiguen llevar su cine a otro lugar, a un sitio donde no solo la historia y la narrativa importe, sino donde el lenguaje se convierte en la manera de cambiar las cosas, de desafiar órdenes establecidos y prácticas nocivas.