“Las palmas son sordas, y al compás”, decía Penélope Cruz en una de las escenas más míticas de La niña de tus ojos. Su personaje, Macarena Granados, enseñaba a los presos judíos que actuaban como extras en su filme cómo tocar las palmas, y lo hacía diciéndoles que tenían que sentir el compás dentro. Que la música nacía de dentro y tenía que ver más con sensaciones que con el propio ritmo. Así era como bailaba La Singla, la bailaora de flamenco que arrasó en los años 60 en España y en el resto del mundo, llegando a bailar para Dalí y a actuar en el Olympia de París.