Recién llegada a Barcelona, Ariana Harwicz entra en la sede de la editorial de Anagrama sin dar oportunidad al silencio. La escritora argentina es toda palabras y seguridad en sí misma, aunque asegura que todavía no sabe qué decir sobre su última novela, Perder el juicio, porque es la primera entrevista que concede. Muestra como prueba las notas que ha tomado durante el viaje en avión para prepararse, garabateadas en esas bolsas de papel que las aerolíneas ponen a disposición de los pasajeros que necesiten vomitar.