Podría escribir un buen tocho acerca de mi relación con la literatura. Por ejemplo, hay un banco en La Dehesa de la Villa, en Madrid, donde terminé Un día volveré, la novela de Marsé cuyo protagonista muere tiroteado. Y siempre que paso por allí, me digo: “en este banco cayó abatido Jan Julivert”.
Lo mismo me pasa cada vez que llego de visita a Tarifa y me acerco a lo que los lugareños llaman la playa chica; en uno de sus rincones me senté a leer La fiesta del Chivo y cada vez que paso por allí me digo: “aquí acabó Trujillo, bien acabao”.