En una capilla del pueblo cántabro de Cabezón de Liébana, entre exquisitas pinturas murales del siglo XVIII, asoma, con su reluciente corona, el rey Salomón. En Ledantes, otro núcleo de población de la comarca de Liébana, se yergue san Jorge a lomos de su caballo para vencer al dragón en una representación pictórica aún más antigua que su vecina. Son solo algunos ejemplos —quizá los de mayor mérito artístico— de un conjunto variopinto, de distintas épocas y estilos, que tiene como hilo común dos características: todas las representaciones se encuentran en las pequeñas iglesias y ermitas de la tierra cántabra de Liébana, popularizada por la presencia del monasterio de Santo Toribio y la reliquia del Lignum Crucis.