Pocos azares podrían haber favorecido más a Luiz Inácio Lula da Silva –y desfavorecido más a Jair Bolsonaro– que la ajustada sincronización, tanto más oportuna por imprevisible, entre la decisión del Supremo Tribunal Federal (STF) que el lunes lo liberó de prisión y el anuncio del martes del Consejo Nacional de Secretarios de Salud de los 24 estados de Brasil (CONASS) de que le había llegado al país el día más letal de la pandemia, con un récord que el miércoles ya superaba generosamente el número redondo y simbólico de las 2000 muertes cotidianas.
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