Todo empezó intentando que Evo Morales no pudiera presentarse a la reelección. Siguió con una campaña anunciando un fraude electoral de unas elecciones que se habían convocado para el 20 de octubre. La profecía autocumplida exigía no reconocer el resultado electoral en cuanto empezaron a salir datos que apuntaban a que Morales podría haber ganado la reelección en la primera vuelta. Y, a partir de ahí, unas protestas que derivaron en la quema de casas de dirigentes políticos, el amotinamiento policial, el golpe militar, el derrocamiento de Morales y la investidura de una senadora, Jeanine Áñez, como presidenta del país a manos de un mando del Ejército.