Centenas de las playas de la región nordeste de Brasil que fueron manchadas por el derrame de petróleo en el Atlántico han vuelto a la normalidad, pero el 'fantasma' del hidrocarburo derramado todavía asusta a los turistas y victimiza a los pescadores y marisqueros.
A dos meses de las primeras apariciones de las manchas que recorren los más de 3.000 kilómetros del litoral nordeste, que representa el 40 % de toda la costa brasileña, la actividad turística y pesquera, principal fuente de renta de las personas más humildes, han sido fuertemente golpeadas por el vertido.
Icónicas y paradisíacas playas como Lençois (Maranhao), Morro de Sao Paulo y Abrolhos (Bahía) y Carneiros (Pernambuco), entre muchas otras, fueron alcanzadas por la pegajosa sustancia y la alerta de una posible contaminación del agua no solo alejó a los bañistas sino que también perjudicó a los pescadores.
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