Hay géneros que huelen a Brummel. A testosterona. El wéstern podría ser el ejemplo más claro, y de ahí el valor de reapropiaciones feministas como las realizadas por Kelly Reichardt o Jane Campion en First Cow o El poder del perro, respectivamente. Pero hay otros que, aunque se han vendido como lo contrario, también han perpetuado la mirada patriarcal. Ahí está la comedia romántica, que ha extendido un mensaje conservador sobre la familia y la pareja, y tóxico en cuanto a las relaciones. Recordemos ese elogio del ‘putero’ que era Pretty Woman, una mujer que necesitaba que la salvase el hombre que pagaba por tener sexo con ella.