Hace algo más de una semana que aterricé en Madrid y, como indica la normativa para quienes ingresan a España desde el extranjero con el fin de evitar la propagación del coronavirus, aún tengo que guardar otra semana de cuarentena obligatoria. Por un lado es raro llegar a casa y estar confinada mientras el país avanza en la desescalada, pero por otro me siento afortunada por haber vivido esta crisis sanitaria lejos de España, con un océano de por medio, en un lugar apenas golpeado por la COVID-19 y con medidas mucho menos restrictivas que las decretadas en buena parte de Europa.
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