Las elecciones generales de 2019 representan ya uno de los momentos más importantes de la política británica desde la Segunda Guerra Mundial: las ondas provocadas por el shock del Brexit en 2016 se han traducido en una catástrofe para el Partido Laborista y en un triunfo aplastante para el partido conservador en Inglaterra y en Gales.
Han tenido que pasar casi 35 años desde el final de la huelga de mineros y del consiguiente cierre de las minas de la nación para que los furiosos y frustrados votantes de circunscripciones como Blyth Valley, en Northumberland, dieran el paso de elegir a un diputado conservador para terminar con las peleas por el Brexit y enviar un mensaje al Partido Laborista.
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