Jose, más de 25 años trabajando en un banco, se considera un privilegiado en esta época de incertidumbre, con un salario "seguro" y con un ambiente agradable pese al estrés por los objetivos comerciales. Desde hace un mes, su oficina es uno de esos pocos locales que siguen abiertos al público. Un servicio esencial en tiempos de crisis sanitaria, social y económica.
"Claro que seguimos abiertos. No todo el mundo tiene conexión en casa o un teléfono inteligente. Y también hay personas mayores a las que les cuesta hacer las operaciones por internet", relata a EFE protegido por una mampara tras la que atiende a los pocos clientes que se acercan a su entidad ubicada en el norte de Madrid.
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