Son las 5.10 de la madrugada en Sao Paulo cuando Sonia se sube al autobús. Después, toma otros dos trenes completamente abarrotados, y una hora y media después llega al edificio en el que trabaja como auxiliar de limpieza. Se debate entre el sustento y el temor al coronavirus.
"Tengo miedo porque es una enfermedad que no vemos, está en el aire. Es preocupante", asegura esta mujer de 51 años, quien vive en una región periférica de la capital paulista.
El recelo de Sonia se siente también en los andenes de Ciudad de México y Bogotá, ciudades masificadas cuyas estaciones siguen llenas, aunque algunas menos que de costumbre después de que muchos comercios hayan bajado las persianas tras la recomendación de las autoridades.
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