Septiembre de 2015. En el despacho que tiene el multimillonario Donald Trump en lo alto del rascacielos que lleva su nombre, se da una imagen entre insólita y cómica: un grupo de líderes religiosos de diverso pelaje impone sus manos sobre él y reza por su victoria.
Entonces casi nadie creía que pudiera llegar a presidente, pero la popular telepredicadora Paula White, que lleva años dándole consejo espiritual, apuesta por él. Cuatro años y una victoria electoral después, hoy ella trabaja en la Casa Blanca. El presidente la ha nombrado responsable de las relaciones con los grupos religiosos. No podía negarse, después de todo ha sido ella misma quien ha declarado que "decir que no al presidente Trump es decir que no a Dios".