Las mezquitas son nuestros barracones,
las cúpulas, nuestros cascos,
los minaretes, nuestras bayonetas
y los creyentes, nuestros soldados
El joven alcalde de Estambul, Recep Tayyip Erdogan, aficionado a la poesía, recitó estos versos durante un mitin en la ciudad en 1997. El clima político era tenso. A principios de año, el Ejército, autoerigido como garante de un laicismo sagrado impuesto por el padre de la patria, Mustafá Kemal Ataturk, había forzado la dimisión del primer ministro Necmettin Erbakan, que había puesto patas arriba el establishment al ganar las elecciones y convertirse en el primer dirigente islamista en llegar al poder.
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