La Cultura siempre es la gran ausente en las campañas electorales. A nadie le interesa, aunque todos intentan manosearla y usarla a su antojo. Esta ocasión se ha vivido una rareza: la cultura entraba en campaña de la peor forma posible, en forma de censura a obras de teatro, películas y revistas en lenguas cooficiales por parte de los gobiernos de PP y Vox en ciertas autonomías. Esto provocó que el mundo de la cultura saltara para pedir protección ante la censura y el avance de la extrema derecha en forma de manifiestos y asociaciones surgidas por un impulso activista que surge del cabreo.
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