Una vez, hace años, fuimos juntos a la Libertad, una playa en El Salvador, en un auto muy viejo. Eras un tipo grande y la conductora, con buen criterio, detuvo el coche y te pidió que te cambiases de lugar, había que equilibrar mejor los pesos para evitar un percance. Reíste como un niño y obedeciste al instante.
Eras también un gran tipo. Muy amoroso, simpático y buen compañero de comidas, charlas y debates.
Ramón, presumías de saber gestionar las emociones, quizá pensando en tus peripecias infantiles. Después de esta larga despedida, tan tuya, tan medida, tan cuidadosa con todos, nos queda haber aprendido algo de ti para extrañarte con dolor pero también con la alegría de haberte disfrutado.