En el mundo al revés, una bola de demolición acaba con lo que queda de una sucursal bancaria para empezar a construir una sala de cine. Las butacas con olor a nuevo desfilan por donde antes había cajeros automáticos y la publicidad que anunciaba planes de pensiones y bonificaciones a las hipotecas se intercambia por carteles de películas de estreno.
En una ciudad donde cada vez mueren más cines históricos para albergar sucursales o locales de empresas de lujo, que una nueva sala nazca en el centro de Madrid parece una broma de buen gusto. Pero no lo es. En menos de dos meses, los Cines Embajadores abrirán sus puertas en plena glorieta de Santa María de la Cabeza.