2022 fue el año del mazazo de la inflación, de la crisis por la guerra en Ucrania, de la escalada brutal de los precios de los alimentos y de la energía. Un año en el que muchas personas se empezaron a nombrar como "pobres" en un momento en el que el bolsillo no paraba de encoger. Ese año, la gran mayoría de las comunidades autónomos siguieron reduciendo su gasto en rentas mínimas de inserción para la población en riesgo de pobreza, práctica que se repite desde el lanzamiento por el Estado del IMV en 2020.