El 24 de febrero, Veronika necesitaba canalizar el pánico provocado por el inicio de una situación que nunca creyó que viviría: empezaba la guerra. Desde Jersón, quería intentar ordenar los pensamientos arremolinados en su cabeza. Sacarlos para asimilarlos, pero también guardarlos para no olvidarlos y, algún día, contar con detalle cómo vivió los meses de ocupación rusa en Jersón. La adolescente, de 15 años, se puso a escribir.
El primer día de la invasión, empezó a vomitar sus vivencias y reflexiones en su propio móvil. Tiempo después, cuando las tropas rusas ocuparon Jersón, la adolescente temía que sus críticas a las autoproclamadas autoridades de la región cayesen en manos inadecuadas.
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