Se acercaba la noche de Acción de Gracias de 1971 y el aeropuerto internacional de Portland, en los Estados Unidos, era un hervidero de personas ansiosos, equipaje tirado por el suelo, tripulaciones en apuros. Entre tantos viajeros, había uno que se disponía a volar a Seattle en un avión de Northwest Orient Airlines y que hasta ese momento no llamaba para nada la atención: de unos 45 años, con una altura cercana a un metro con ochenta centímetros, camisa blanca, traje oscuro, mocasines, según lo describieron poco después, se convertiría en secuestrador aéreo más misterioso de su país y en un enigma que persiste hasta la actualidad.
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