En el siglo IX el monarca asturiano Ramiro I, revolucionario de la arquitectura prerrománica, impulsó la construcción de un palacio real en el monte Naranco de Oviedo. Distintos expertos reconocen que Santa María —templo católico desde el siglo XII— fue uno de los edificios más vanguardistas en la Europa del momento, un hecho que atrae a miles de visitantes cada año. Entre otras cosas, porque el Reino de Asturias —su promotor— se empeñó en su conservación, que históricamente ha precisado de cuantiosos recursos públicos.