Nos habitan océanos. Arrastramos el mar en nosotros, al levantarnos y al acostarnos. Los seres humanos somos agua y sales minerales contenidas en odres (más o menos bellos). Somos pequeños saquitos de mar. La alegría plena de zambullirse en las olas se explica por el reencuentro con un hogar antiguo, del que surgieron nuestros antepasados –los primeros organismos pluricelulares– y, también, por la reminiscencia del vientre materno, un mar dentro del mar. Deshidratarse es morir. El 65% del peso de nuestro cuerpo es agua. El cuerpo pesa y todo lo que pesa también lastra, especialmente cuando afloran el dolor y la enfermedad.