Parece extraño que una actriz que despierta tanta simpatía como Jennifer Lawrence no hubiera protagonizado una comedia pura hasta ahora. La hemos visto caerse en los Oscar, alucinar cuando Jack Nicholson le declara su admiración y reaccionar siempre de la forma más espontánea en decenas de entrevistas. Había coqueteado con la comedia con El lado bueno de las cosas, el título de David O’Russell que le valió su Oscar a la Mejor actriz protagonista; y fue parte del reparto coral de la sátira No mires arriba; pero nunca, como ella misma ha confesado en numerosas ocasiones, había sido el centro gravitacional de una comedia (o al menos de una comedia que llegara a las salas de cine).