Érase una vez una película mediana que se transformó en saga grande, grandísima. A todo gas (The fast and the furious), estrenada hace veinte años, fue un thriller de infiltración policial y lealtades en conflicto que llevaba a la gran pantalla una cultura de coches tuneados y carreras clandestinas en la ciudad de Los Angeles. Un agente interpretado por Paul Walker se acercaba demasiado a uno de los grupos que investigaba como sospechosos de una serie de atracos de camiones: iniciaba una amistad con Dom Toretto, mecánico y conductor talentoso, y se enamoraba de su hermana.
Leer más: ‘Fast and furious’ y la (anti)política detrás del estruendo con olor a gasolina