Cuando la historiadora Esther López Sobrado viajó a Chile siguiendo la pista del artista exiliado Santiago Ontañón (1903-1989), encontró algo que cambiaría profundamente la imagen que guardaba del escenógrafo español hasta la fecha. Como tantas otras veces, se trataba de cartas, pero no de epístolas al uso. Eran auténticas declaraciones de amor a su exmujer, la chilena Eliana Bell. No en el inicio de la relación, sino tiempo después de que el compromiso hubiera terminado y Ontañón se encontrara ya de regreso en España, precisamente para poner miles de kilómetros de distancia con el dolor por la separación.