Hay quien podría pensar en el potente inicio de Annette como una promesa incumplida. La energía que transmite el tema So May We Start nunca tiene una réplica a la altura en el metraje restante de la última película de Leos Carax, pudiendo cundir la decepción sin que esta llegue a malograr su propósito. En primer lugar, porque ya al comienzo de Holy Motors —su anterior largometraje— el cineasta francés parecía despreciar tanto las expectativas del público como su capacidad para conectar con un arte sublime a la vez que moribundo.