El primer gobierno de coalición desde la II República echa el cierre con la tarea pendiente de una reforma fiscal en profundidad. Sin embargo, deja en su haber el intento de poner sobre la mesa el debate de si, en momentos de crisis, se debe pedir un esfuerzo mayor a quienes más ganan. Con esa filosofía nacieron los tributos temporales a los bancos y las energéticas, dos de los sectores más beneficiados por la inflación, y a las grandes fortunas, en contraposición a la batalla territorial por bajar los impuestos a los ricos.